Por Shanik David
La moratoria juvenil es uno de los principales riesgos que se tienen con la alta tasa de rechazados en las universidades públicas, como es el caso de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, y el cual tiene un impacto social importante en la actualidad, consideró Pedro Fernández, académico de la Escuela Libre de Psicología.
Este fenómeno, explicó el especialista, se origina en parte por un contexto social y económico adverso, que lleva a que incluso los requisitos para ingresar a las escuelas de educación superior se hayan vuelto más estrictos con el paso del tiempo, e incluso que los conocimientos que se piden en los exámenes de admisión son cuestiones que no son enseñadas en los niveles básicos de educación, por lo que muchos de los jóvenes no tienen las herramientas para presentar estas pruebas.
Este primer filtro, que en el caso de la Buap ocasionó que cerca del 60 por ciento de los jóvenes que presentaron el primer examen de admisión quedaran fuera, es uno de los obstáculos más fuertes que deben enfrentar los jóvenes para continuar sus estudios.
Esto, añadió Fernández, pues incluso cuando los adolescentes no logran pasar los exámenes o no continúan sus estudios se les señala como apáticos o desinteresados, cuando en realidad se trata de un contexto social que los llevó a esta situación.
De este primer rechazo se dan diferentes escenarios, todos vinculados con la moratoria juvenil, que es en sí el retraso de los adultos jóvenes para continuar sus estudios o ingresar al mercado laboral.
Por ejemplo, un bloque de los rechazados de las universidades públicas se ven obligados a buscar un empleo esté o no relacionado con sus intereses, y deja a un lado su educación superior.
En cambio, otro grupo decide o no logra encontrar empleo y quedan en una población flotante sin actividad alguna, lo cual, en ocasiones, los lleva a delinquir.
Por último, otros jóvenes recurren a escuelas privadas para continuar su educación, pero cuando salen de éstas no logran encontrar empleo ante la falta de experiencia o de un posgrado, por lo que tienen que continuar con alguna maestría y retrasan el inicio de su vida laboral.
Para evitar esta situación, añadió el especialista, las universidades deben flexibilizar sus procesos de admisión, diversificar su oferta académica e incluso hacer ajustes en sus programas de estudio, de tal manera que incluso los jóvenes tengan tiempo para trabajar y estudiar y así evitar que tengan que escoger entre una u otra opción, pues esto a la larga traerá más conflictos sociales.