Hasta ahora la reelección del proyecto morenovallista, con Gali o sin él, depende al cien por ciento del éxito de la gestión del Ejecutivo, sin tomar en cuenta el trabajo de la oposición.
La derrota del morenovallismo, que no necesariamente triunfo del priísmo el pasado 7 de Junio, no alcanza, hasta donde puede verse, para que uno sólo de los aspirantes del PRI pueda ser ungido desde ahora como el candidato ganador.
Al margen de los nombres y los activos de cada uno, de los pros y contras que los electores vean, de los pleitos internos y de las franquicias caducadas o recién activadas de los grupos tricolores, habrá que ir midiendo cómo se canalizará el descontento de la izquierda activa, no la de membrete.
Una declaración del rector de la Ibero Puebla, Fernando Fernández Font, debe abrir los ojos sobre el presunto destape en la UDLA de Antonio Gali para suceder a su protector, Moreno Valle; “quien debe avalar candidatura de Gali es la ciudadanía” dijo luego de calificar la administración del Presidente Municipal “como no muy brillante”.
¿Qué sabe Fernández Font que otros ignoran?
Acaso el rector de la Ibero ha de estar más consciente de que las nuevas fuerzas, las nuevas generaciones militantes, de pensamientos que no se reducen al PRI o al PAN han actuado, están a punto de hacerlo, o lo harán seguramente en los próximos comicios.
Y sin lugar a dudas, no está lejos que en Puebla se experimente en 2016 lo que en España se hizo con los movimientos de comunidades de base, organizaciones no gubernamentales, defensores de la tierra, etcétera, todo un conglomerado de electores que esta vez quizá anularon o no votaron, pero que “alguien” puede hacer que den una muestra de fuerza con miras al 2018 pasando por la reelección o el freno al proyecto morenovallista en Puebla.
O por lo menos así me lo parece.
