03-05-2024 07:07:24 AM

Federales siembran el pánico en Nealtican

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Se dirigieron directamente a un domicilio particular en donde dormía una familia.

Cinco de los federales —otro elemento se quedó en la patrulla— irrumpieron con lujo de violencia.

La puerta principal fue abierta con un golpe de “ariete”.

Los elementos entraron a la casa al grito de: “policía federal”.

Inmediatamente subieron a la planta alta.

Ahí procedieron a cortar a línea telefónica.

La puerta que da acceso a la estancia del segundo piso, también fue abierta con un golpe de “ariete”.

Una vez ahí, sometieron a uno de los hijos del matrimonio y le ordenaron a la esposa de éste, que permaneciera en la habitación y que no hiciera nada.

Al hombre lo pusieron boca bajo y le gritaban que les diera: “…el dinero  y las armas…” a lo que el respondía que no había dinero ni armas. “…que buscaran, porque no iban a encontrar nada, porque no tenían dinero ni armas…”.

Después de someter al muchacho, se introdujeron a la habitación de los papás del joven.

A la madre la sacaron a golpes y con palabras soeces le ordenaron que se metiera a la recámara que ocupaba su hijo, permaneciera con su nuera y que no se atreviera siquiera a moverse.

Los policías le ordenaron ahora al mayor de la familia que les entregara el dinero y las armas.

La respuesta fue la misma que la de su hijo: “No hay dinero, mucho menos armas…”

Fue entonces cuando los mal llamados guardianes del orden procedieron con las consabidas amenazas.

La más grave: la de acribillar ahí mismo a la familia entera, de no proceder de manera inmediata con  la entrega de las inexistentes armas y el dinero solicitado.

Procedieron entonces al intenso registro de la casa.

Abrieron cajones, muebles y buscaron hasta en el último rincón.

Fue así como llegaron a la habitación en la que se encontraban las nietas del dueño de la casa, quienes al oír el escándalo estaban ya escondidas y aterrorizadas.

Sin respetar su edad y género, las sacaron a golpes.

A la mayor la bajaron al patio de la casa donde sus padres y abuelos soportaban estoicos una auténtica tormenta de insultos y amenazas.

La niña cuando vio a su papá, corrió hacia él y lo abrazó.

Uno de los policías la golpeó y arrastró hacia la calle.

Afortunadamente no pudieron sustraer a la menor porque en ese momento ya había personas en la calle que observaban lo que ocurría.

Al muchacho lo sacaron de la casa y se lo llevaron a un local propiedad de la familia y lo encerraron.

Antes, le habían exigido las llaves de una refaccionaria que se localiza en un local, propiedad de sus padres y que rentan.

Al ser cuestionado sobre la operación del negocio, el hombre les explicó que no era de su propiedad.

Los agentes se percataron de la existencia de una cámara de seguridad en el local y procedieron a llevarse el monitor que registra las imágenes y el CPU que graba lo que sucede.

Los policías le ordenaron que no saliera hasta después de pasados cinco minutos.

Fue entonces cuando, después de 25 minutos de auténtico infierno, los mal llamados “guardianes del orden” por fin se retiraron del lugar.

Sobra decir que jamás encontraron las famosas armas o el supuesto dinero.

De no haber existido testigos presenciales de los hechos, una auténtica tragedia podía haber sucedido en ese lugar.

Al oír el escándalo, los vecinos llamaron a la policía de Nealtican, que tardó más de 45 minutos en llegar.

Cuando se enteraron de los abusos cometidos, se limitaron a decir que no podían intervenir por tratarse de policías federales

Existe una cámara de video en un domicilio cercano al lugar de los hechos que captó parte de lo sucedido ese día.

En corto y “off the record”, el presidente municipal de Nealtican descargó las imágenes y confirmó que no fue una patrulla de federales la involucrada en los hechos, sino dos.

Por consenso, los integrantes de la familia decidieron no presentar la denuncia correspondiente.

El pánico producto de las amenazas y la enorme falta de confianza en las autoridades fueron las razones.

Si los uniformados cometieron un error producto de las constantes deficiencias del proceso de información obtenida por la cada vez más estúpida “inteligencia oficial” o si el verdadero blanco del ataque era la joven que intentaron llevarse, nunca lo sabremos.

Lo que si confirma esta vergonzosa historia es que como ciudadanos no sólo estamos a merced de una delincuencia sin contrapesos, sino que además tenemos que cuidarnos de quienes en teoría tienen el deber de protegernos y cuyos sueldos pagamos con nuestros impuestos.

Diría el clásico: “estampas del México real”.

latempestad

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