Eran las épocas doradas del marinismo, en donde los consentidos —y no tanto— se daban la vida que siempre soñaron: de auténticos reyes. Los excesos del góber y compañía eran por demás conocidos dentro y fuera del estado.
Las “dos bellísimas” botellas que le mandó Kamel Nacif a Marín, son poco comparado con lo que el ex gobernador recibió durante más de 6 años. Los lujos y los miles de millones de pesos no se han acabado, ni se acabarán.
¿Se acordarán Javier López Zavala y Mario Marín de Fermín, el mesero que despidieron del Hotel Camino Real por darles una mesa que estaba reservada?
Eran días de campaña, López Zavala ya se sentía gobernador y Mario Marín “dios en el poder”. Llegaron a desayunar al Camino Real del Centro Histórico como lo hicieron cientos de veces durante los 6 años que duró el gobierno marinista. Acostumbrados a mandar y a que todos los obedecieran, entraron a un privado del hotel para platicar sin preguntar por qué la mesa tenía un pequeño letrero con la leyenda “reservado”.
Eran el “señor gobernador” y el futuro gobernador, comentaban los meseros.
Después de platicar menos de una hora, ambos salieron y, como siempre, se fueron sin pagar la cuenta. El problema fue que esta vez, el gerente culpó a Fermín, el mesero que les servía cuando asistían al lugar. Lo despidieron por permitir que el góber se saliera sin liquidar la cuenta que no rebasaba los 200 pesos, aunque terminaba en más de mil por los guardaespaldas y chofer que también consumían alimentos a cuenta del erario.
Fermín buscó al “Licenciado Zavala” para explicarle la situación. “No te preocupes, mi hermano, yo te reubico”. Y pasaron los días, meses, años y seguirán pasando porque la promesa del diputado federal no se cumplirá como las miles que debe haber hecho antes de ser aplastado por Rafael Moreno Valle.
Hoy, Fermín conduce un taxi que no es suyo de 6 a 22 hrs. todos los días. Debe entregar una cuenta de 300 pesos y gana, si bien le va, doscientos. Por desgracia, el gerente del Hotel Camino Real lo boletinó a todos los hoteles de Puebla para que no le dieran trabajo. Lo acusó de ladrón por dejar salir a Marín y Zavala sin pagar.
Su futuro, dice él, era ser el capitán de meseros; el de Javier López, decía él, era ser gobernador del estado.
Dos mundos diferentes que coinciden en un mismo final: los dos perdieron.