Se trata de funcionarios que ocupan el escalafón más alto de una universidad que vive gracias a los recursos del erario, que su salario sale del dinero público y que utilizan esa posición de influencia y poder para su beneficio personal.
Más allá de que las francachelas hayan sido o no financiadas con el presupuesto universitario -que todo parece indicar que así fue-, el simple hecho de que los beneméritos jerarcas se vayan de parranda con alumnas y trabajadoras resulta absolutamente fuera de lugar.
Es indignante la forma en la cual ofenden el cargo que ostentan y la falta de respeto a la institución que les ha dado todo, al darle forma a un sistema de pago de favores personales a cambio de una serie de ascensos y privilegios que tienen como eje central la denigración de la mujer.
Vergonzoso.
El abuso de autoridad es descarado.
Si bien nosotros, ciudadanos de a pie, podemos dar por hecho que situaciones como estas son desgraciadamente muy comunes en la política y el servicio público, cuando salen a la luz pruebas de semejante contundencia y explicitud, en el imaginario colectivo cambia para siempre la imagen de los protagonistas.
A partir de lo publicado ayer, con qué calidad moral inaugurarán foros de igualdad de género, participarán en eventos en donde se hable de la realidad de las mujeres mexicanas o patrocinarán campañas que abonen a erradicar la violencia y explotación contra ellas.
¿Quién les va a creer?
El daño a la imagen de la institución y su consecuente desprestigio es demoledor.
La indignación social y al interior de la comunidad universitaria seguramente será altísima.
Y es que, el sistema que implementaron desde el rectorado pasado, goza actualmente de cabal salud y se aplica al pie de la letra.
El sonado caso de Susana Hernández, y el amplísimo poder que ejerce en la tristemente célebre Dirección de Apoyo y Seguridad Universitaria, bajo el cobijo del rector Alfonso Esparza, es la prueba más clara de lo anterior.
Las imágenes presentadas por Mondragón no dejan lugar a dudas.
Resulta alarmante la frecuencia con la que casos similares se repiten en el país.
Ahí está Cuauhtémoc Gutiérrez y su red de prostitución al interior del PRI del Distrito Federal.
Los diputables panistas y sus fiestas con prostitutas VIP.
Ahora, funcionarios universitarios y su muy particular ABC de cómo avanzar al interior de la institución, tendrán que ocupar un lugar privilegiado en este salón de la fama de la ignominia y la vergüenza.
La Universidad de Puebla ya no podrá ser la misma después de esto.
Y la llamó así, Universidad de Puebla, con toda intención.
Ahora existen pruebas concretas de que esta pandilla le ha quitado lo autónoma y lo benemérita a la máxima casa de estudios del estado.