Y por el otro, su monumental ineptitud para garantizar, mediante la operación política, la gobernabilidad del estado.
Y es que, un operador efectivo hubiera tomado las medidas pertinentes para intentar por todos los medios evitar la toma de vías de comunicación por inconformes por el retiro del control de los registros civiles en juntas auxiliares.
De existir un diagnóstico preciso de la gravedad de la situación, el desalojo violento de manifestantes en la autopista a Atlixco y la federal a Tehuacán se hubiera evitado.
Nunca existió.
Desde que se conocieron las primeras voces en contra de las reformas a la Ley Orgánica municipal por parte de autoridades auxiliares, el inminente conflicto fue minimizado por Maldonado Venegas.
Fueron varias las solicitudes de diálogo que hicieron los presidentes sin ser siquiera escuchados por el funcionario estatal.
“Es la nueva ley y se chingan” —fue la consigna.
Al ver cancelada la posibilidad de llegar a acuerdos, llegaron como consecuencia los bloqueos y los hechos de violencia.
En este caso no funcionó la parafernalia de la mal llamada “inteligencia estatal”.
Esa que tendría que servir para desactivar potenciales conflictos sociales, pero que hoy se utiliza para espiar enemigos y obtener a través de métodos ilegales información utilizada para los cada vez más frecuentes ajustes de cuentas.
Es evidente que el jefe del gabinete no actúa como tal.
Desprecia la aldea, siente que le ha quedado chica y que le quita tiempo para cristalizar su sueño de regresar a las que llama “las grandes ligas de la política nacional”.
Su paso por la Secretaría General de Gobierno no puede ser peor carta de presentación.
La manera en la que pretendió defender la versión oficial de lo ocurrido en Chalchihuapan fue la cereza del pastel.
No solo en el fondo, sino en la forma.
De entrada, no hubo el menor empacho en alterar los hechos para evadir la responsabilidad de quien ideó y llevó a cabo el operativo, faltando así a la obligación moral del gobierno de decir la verdad y de paso violar el derecho ciudadano a conocerla.
La forma fue peor:
Argumentos banales, plagados de lugares comunes y medias verdades, que fueron utilizados para intentar engañar a la opinión pública.
Por si fuera poco, el remate patético con tintes cómicos al asegurar que los manifestantes utilizaron “piedras de grueso calibre”.
Peor imposible.
El jefe del gabinete quedó reducido así a una triste figura más de la picaresca política local, algo impensable en un gobierno como el de Rafael Moreno Valle, en donde se asegura hasta el cansancio que la permanencia de funcionarios depende de la obtención de resultados concretos.
En el caso de Maldonado, nada más ajeno a la realidad.
Hoy es el responsable de la primera crisis real de la actual administración estatal.