Le comunicaba que Gerónimo Gutiérrez, egresado de Harvard, ex funcionario de Vicente Fox y parte del gabinete de Felipe Calderón, había declinado su invitación para ser su Secretario de Gobernación.
“Me lo acaba de decir y no tarda en comunicarse contigo”, le escribió vía BB por donde se dio toda la conversación.
“Pero no te preocupes, Rafa, te tengo una propuesta”.
El gobernador electo no esperó detalles y le escribió: “sé en lo que estás pensando, va, encargarte de todo y ya de regreso nos vemos”.
Ahí, vía el PIN del Blackberry, Fernando Manzanilla se convirtió en Secretario de Gobernación, sí, en el responsable de la política interna, cargo que desempeñó por dos años.
Luego, cuando perdió la puja por la alcaldía reapareció como coordinador de la campaña de Antonio Gali y de ahí negoció una diputación plurinominal que le otorgaron.
Horas antes del cierre de registro de candidatos pluris ante el Instituto Estatal Electoral, Eukid Castañón operó para quedar en lugar de Germán Jiménez, líder de Compromiso por Puebla, quien aceptó porque iba como abanderado por Ciudad Serdán.
Manzanilla ni se enteró. Eukid sólo lo reportó al gobernador, su único jefe.
Fernando fue parte del sistema que ya no quiso seguir. Operó vetos, campañas mediáticas contra enemigos, conoció el espionaje y otras lindezas más.
Ya se abrió, igual que pasó en el 2003 cuando renunció como subsecretario de Egresos de Finanzas, en plena guerra por la gubernatura que no le alcanzó a Moreno Valle en 2004, a raíz del escándalo del llamado “hoyo financiero”.
Lo cierto es que Manzanilla sólo se queda con dos amigos en el poder: Antonio Gali Fayad y Luis Banck Serrato.
Uno lo traicionó muy feo: Luis Maldonado.
Otros se enfrentaron a él: Eukid Castañón y Jorge Aguilar Chedraui.
Hoy Manzanilla debe tener en claro que en política los amigos son de mentira, los enemigos de verdad.
Al final, Fernando fue víctima del monstruo que ayudó a crear.
Manzanilla ya se desmarcó en público y privado de su cuñado. Lo enfrenta en el PAN con los enemigos de Gustavo Madero.