16-05-2024 10:32:12 PM

Guardianes del son jarocho, nuevas huestes

En el rostro arrugado y requemado del viejo jaranero, asumido por convicción en guardián, apenas se asoma una preocupación que reserva para sí: ¿Podrá resistir su amado son jarocho los embates de la modernidad, la indolencia de los políticos y el analfabetismo musical tradicional de las nuevas generaciones?

Los guardianes del son jarocho son seres que, a través del maridaje con el ritmo ancestral, vivifican en sus notas incontables voces,  pensamientos y saberes colectivos que se niegan a morir.

Con preocupación leo que según Óscar Hernández Beltrán, director de Culturas Populares del Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC), el son jarocho está en peligro de extinción.

Dice Hernández Beltrán a alcalorpolítico.com, que el son jarocho “tiene un número superior a 18 afinaciones de las jaranas; no obstante, ha habido una estandarización, de tal manera que la mayoría de los grupos tiende a manejar de 2 a 3 afinaciones”.

También sostiene Hernández Beltrán que la cantidad de sones jarochos interpretados por los diversos grupos va en decremento: “Hay sones huastecos de finales de los años 40 ó 50, que rebasan la cifra de 100 sones distintos; sin embargo, el repertorio tradicional básico actual, ha reducido el número de sones que se están tocando”.

Asincrónicamente a los señalamientos de Óscar Hernández se unen las voces de Ramona Cabrera, bailadora veracruzana con tres décadas de trayectoria, y la de Ceonacio Fiscal, arpista y líder del grupo sonero “Un Cachito de Veracruz”, quienes manifestaron para Acentos.info que “las nuevas generaciones de veracruzanos desconocen completamente la música tradicional de su estado”.

Frente a las anteriores voces expertas y a la indiferencia de las dos grandes televisoras del país, tomo como bocanada de aire fresco los diálogos (bit.ly/1aiIUPQ) que he sostenido con el grupo de son jarocho de reciente creación “Flor de Izote” (facebook.com/flordeizoteson).

Atrapa mi atención que “Flor de Izote” conjuga la pasión por la música folclórica mexicana y el amor al saber, porque sus integrantes además de ser músicos son antropólogos y en el caso de las bailadoras son etnocoreólogas.

“Flor de Izote” está conformado por jóvenes talentosos de los estados de Puebla y Veracruz: Amílcar García Fierro (jarana, voz y guitarra de son), Carolina Rodríguez  (zapateado), Omar López Hernández (jarana y voz), Liliana Hernández Flores (voz y zapateado), Julián Torres Alonso (jarana, voz y guitarra de son).

Cuando “Flor de Izote” inicia sus interpretaciones en mi programa de radio, la pantalla de mi ordenador se llena de felicitaciones hacia los jóvenes difusores de la música folclórica mexicana.

También durante el desarrollo del programa con “Flor de Izote” algunos de mis contactos radicados en otros continentes me externan su nostalgia por el país que llevan en el corazón, pero que tuvieron que dejar atrás para buscar mejores oportunidades.

Vía electrónica, desde Tuxtepec, Oaxaca, Luis Fernando Paredes Porras me recuerda la labor de la “Casa de Lipe” en el rescate de la música folclórica mexicana.

Pedro I-Jahman, amante de los ritmos alternativos, no deja de tamborilear en la mesa.

Mientras “Flor de Izote” desgrana sus notas, pienso en los grupos de arte folclórica que no tienen el acceso a un foro para compartir su talento, recapacito en las mujeres y hombres que desvían parte de su raquítico sustento para la conservación de sus tradiciones, en particular del son jarocho.

Sin vacilar, en medio del ambiente de fandango, me uno a las voces que solicitan a la UNESCO la declaratoria del son jarocho como Patrimonio de la Humanidad.

Tal vez sea la euforia de la serie de programas que he realizado con “Flor de Izote”, pero respondo para mis adentros la pregunta inicial: sí, el son jarocho sí persistirá a los embates de la ignorancia y la indolencia, no morirá mientras haya un guardián de estos ritmos en la faz de la Tierra y no lo dejemos solo ¿o no?

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