Es de dominio público que México es un país machista y que esa actitud de “prepotencia hacia las mujeres” –como define “machismo” la Real Academia de la Lengua Española- también se hace extensiva al trato entre varones y a las relaciones culturales, económicas y políticas.
En el 2006 el Programa Integral de Apoyo a las Pequeñas y Medianas Empresas (Piapyme), que es un centro empresarial para el enlace entre capitalistas europeos con mexicanos, recomendó a los primeros que tomaran en cuenta el machismo de los segundos, como algo muy importante si deseaban establecer negocios con nuestros connacionales.
Por otra parte, en marzo del 2011 la encuesta El Universal/Buendía& Laredo sacó a la luz que el 70% de la población considera que la sociedad mexicana es machista.
Aunado a lo anterior, de acuerdo con un estudio de este año del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) supimos que al 23% de los varones mexicanos les molesta que su pareja tenga mayores ingresos que ellos; pero el dato anterior es color de rosa si volteamos a ver el número de homicidios ocasionados por conductas misóginas, por odio, es decir, en términos generales por originarse en el machismo.
¿Pueden progresar en México los esfuerzos cuyo propósito es desarrollar masculinidades alternativas y relaciones sanas entre hombres y hacia las mujeres?
Hace como diez años me encontré con un artículo del sociólogo norteamericano, especializado en estudios de género, Michael Kimmel, titulado “La masculinidad y la reticencia al cambio”.
En ese artículo Kimmel reflexiona sobre el retraso en el cual hemos vivido los varones a partir de asumirnos como grupo único en el poder y que en gran medida gracias a los movimientos feministas hoy conocemos más sobre las masculinidades.
Sostiene Kimmel que la invisibilidad académica y política de las masculinidades han acarreado repercusiones graves en todos los ámbitos de la vida.
Entre la invisibilidad de las masculinidades y la violencia machista, hace un año el joven investigador mexicano Cirilo Rivera García emprendió en el ciberespacio un proyecto radiofónico denominado: “Varones en la Intimidad”(bit.ly/1faOQ4s).
Dice Cirilo Rivera que retoma desde dos maneras la intimidad: la primera, la que plantea Anthony Giddens quien señala que el problema con los hombres no es que no sintamos, sino que no sabemos decir lo que sentimos; la segunda, a partir de la propuesta de Antonio Ramírez Hernández, la intimidad como aquello opuesto a la violencia, es decir, que los hombres podemos escucharnos y acompañarnos en procesos dolorosos y nutritivos, crear formas más honestas de relacionar y poder dejar la violencia como una manera de ser hombres.
“Varones en la Intimidad” representó para Cirilo Rivera la oportunidad de potenciar sus estudios sobre la violencia masculina, y establecer desde nuestro país una creciente red internacional para reflexionar y estudiar cómo se viven las formas de ser hombres en otras latitudes.
A simple vista parecería que en territorio machista una propuesta como la que sostiene Cirilo Rivera estaría condenada al fracaso, pero no fue así. En un año se han sumado voces de varones de diversas nacionalidades que están tratando de cambiar sus conductas violentas, también se han agregado estudiosas feministas que han compartido sus saberes sobre el impacto de la violencia masculina hacia las mujeres, sus análisis teóricos de las masculinidades y sus experiencias en investigaciones e intervenciones.
Con “Varones en la Intimidad” se han empoderado jóvenes intelectos como los de Alba Méndez Chávez, Mario Alberto Mondragón Aguilera, Jonathan Aspeitia, entre otros y trayectorias respetables como la de la investigadora Elva Rivera Gómez.
“Varones en la Intimidad” es una muestra de que sí se puede avanzar en asuntos de masculinidades alternativas en territorio machista.
