La esclavitud en México hoy sigue con vida, ha cobrado redoblados bríos y nuevas formas.
La esclavitud se fortalece ante la complacencia, lagunas, negligencia u omisiones oficiales y también como respuesta a la demanda de servicios y productos de la población en general.
Aunque en los últimos años en México se han realizado esfuerzos en contra de las múltiples formas de esclavitud, de acuerdo con el Informe sobre la Trata de Personas (TP) 2012, elaborado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, nuestro país se encuentra en el nivel 2 de 3.
Los tres niveles del Informe TP pretenden reflejar el cumplimiento de los distintos países de la Ley de Protección de Víctimas de la Trata (TVPA, por sus siglas en inglés). El nivel 2 se refiere a: “Países cuyos gobiernos no cumplen plenamente con las normas mínimas de la TVPA, pero que hacen esfuerzos considerables para cumplir esas normas.”
Los países que se encuentran en el nivel 2 muestran un comportamiento por el cual: “el número absoluto de víctimas de formas graves de la trata es muy elevado o aumenta considerablemente…”
De acuerdo con la organización Anti-Slavary (antislavary.org) una persona es esclava cuando:
“Se le obliga a trabajar – mediante amenazas psicológicas o físicas;
“Se le convierte en propiedad de un “empleador”, generalmente mediante maltrato físico o mental o mediante amenazas de maltrato;
“Se le deshumaniza y se le trata como a una mercancía, o se le compra y vende como a una “pertenencia”;
“Se le limita físicamente o se le impone restricciones a su libertad de movimiento.”
Las anteriores características complementan la idea central de esclavitud y propiedad que se planteó desde la segunda década del siglo XX.
Sergio Rincón en su artículo titulado “7 formas de esclavitud moderna” (sin embargo.mx) enlista algunas formas de esclavitud que reflejan el amplio abanico en México, listado que ejemplifica la visión expuesta por la organización Anti-Slavary y que pone al descubierto algunas “mercancías” y “servicios” directos o indirectos del “mercado” mexicano:
Los niños del narco.
El infierno de las fincas cafetaleras.
Los mineros que trabajan para el negro negocio del carbón.
La jornada sin fin de un guardia de seguridad.
La Merced, la prostitución de nunca acabar.
Trabajadoras de hogar (Trabajadoras domésticas).
Matrimonio forzado.
Citando datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas la legisladora perredista Crystal Tovar alerta que “al menos tres personas desaparecen diariamente en México, para ser convertidas en víctimas de trata y esclavitud sexual”, y que “en México, como en el resto del mundo, las adultas representan entre 55 y 60 por ciento de víctimas; las niñas, entre 15 y 20 por ciento, y los niños, entre 8 y 10 por ciento.”
En este mismo tenor de acuerdo a “cifras de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) arrojan que en México existen más de 16 mil niños y adolescentes sometidos a esclavitud sexual…” (Melissa Delgado/televisaregional.com)
Detrás de los delitos denunciados por Tovar y las cifras de la CNDH está una red con mil tentáculos que permea todas las esferas de nuestra sociedad, como sostuve párrafos arriba, estas conductas tienen por finalidad satisfacer las necesidades del llamado “turismo sexual internacional” y del poco exhibido “mercado interno” que no le importa la condición de esclavitud de las víctimas.
Por otra parte, en gran medida la “comodidad” de las familias mexicanas “de alcurnia” es debido a mujeres connacionales y centroamericanas sometidas a condición de esclavitud. En un artículo titulado “Esclavas en México” (Vanguardia.com.mx) la periodista Lydia Cacho sostiene que:
“Actualmente hay registradas 1 millón 800 mil trabajadoras domésticas en México, el 93 por ciento no tiene acceso a servicios de salud y el 79 por ciento no recibe ni recibirá prestaciones. El salario promedio es de mil 112 pesos mensuales. Poco más del 8 por ciento del total no recibe sueldo porque sus empleadoras consideran que darles alimento y un sitio para dormir es pago suficiente. Un 60 por ciento de trabajadoras domésticas son de origen indígena y comenzaron a trabajar desde los 13 años.
“Entre estas cifras no se contemplan las niñas y mujeres que viven encerradas en condiciones de esclavitud doméstica extrema.
“El trabajo doméstico pone a niñas y mujeres en gran vulnerabilidad de violencia sexual, embarazos no deseados, explotación, racismo y malos tratos.”
Como puede ver amigo lector, hay una “industria del dolor” en la práctica común de dotar de trabajo a personas que de otra manera no tendrían lo mínimo para alimentarse.
En recientes años en nuestro país se han registrado rescates que reflejan la gravedad, magnitud y cercanía del problema:
“Rescatan a 107 personas que trabajaban como esclavos” (El Sol de México/ 4 de diciembre de 2009)
“Rescatan en Chiapas a 108 víctimas de trata de personas” (La Jornada/ 14 de noviembre de 2010).
“México: Rescatan a 28 mujeres víctimas de esclavitud sexual” (sott.net/ 18 de marzo de 2011)
“Ejército rescata a 61 esclavos del narcotráfico” (Artículo 7/ 17 de octubre de 2011)
“PGJDF rescata a 27 por trata de personas en La Merced” (Excelsior/ 21 de mayo de 2012)
¿Se imagina la cantidad de personas sometidas a esclavitud en nuestro país al momento de leer estas líneas?
¿Se ha preguntado si en los servicios o productos que consume a diario intervienen personas esclavizadas?
Una vez desmanteladas las bandas salen a la luz las áreas económicas en las cuales se empleaban a personas esclavas y por otro lado gracias a las investigaciones universitarias y medios independientes, así como a estudios internacionales sabemos que las víctimas son principalmente: mujeres, niños, indígenas, migrantes y personas con discapacidad.
Es tal la magnitud del problema y a partir de lo que sí conocemos como podemos inferir que los mexicanos consumimos productos y servicios brindados por personas sometidas: para prostituirse, para la producción de mercancías baratas, para la extracción de materias primas en condiciones de peligro; para trabajar como obreros del crimen organizado y en labores domésticas de 24 horas.
A la par de exigir a las autoridades que hagan su trabajo para combatir los problemas abordados, es necesario despertar de ese nacionalismo chabacano que considera exclusivamente como esclavizadores a extranjeros “blancos y barbados”, para entender que detrás de prácticas “caritativas” y “bondadosas”, así como de “hábitos de consumo inocentes” hay una industria deshumanizante que existirá mientras haya alguien en México o el extranjero que pague por ello.