Prácticamente inició la cuenta regresiva sobre el megacentro de venta y aparente producción china, que está proyectado para Quintana Roo.
Comercializadores asentados en México promueven las bondades del proyecto chino, lo hacen ante estudiantes o empresarios, resaltan los beneficios de encontrar a la mano cualquier producto del gigante asiático. Y se concretan a señalar que es responsabilidad de Aduanas evitar que por las fronteras del país entre cualquier artículo pirata, de contrabando o con práctica dumping.
Los industriales mantienen su oposición al proyecto, aunque en los últimos días lo hacen con menos ímpetu.
Y las autoridades mexicanas municipales y federales aplican la técnica del ping-pong con relación a los permisos de construcción y operación. Es decir, las primeras han demorado en otorgar los permisos, y las segundas afirman que no es de su directa competencia la aprobación o no del centro expositor chino.
Y finalmente los inversionistas no quitan el dedo del renglón, y esta semana se fueron ante la autoridad judicial para que sea ésta la que defina si procede o no les autoricen la construcción y operación del Dragon Mart.
Por el momento no hay argumentos sólidos de las autoridades para rechazar la inversión; incluso las federales en su momento dijeron que habría impacto ambiental, por ejemplo.
Los argumentos en contra son de industriales y organizaciones no gubernamentales que pugnan por la protección del ecosistema, de la producción local, que señalan lo negativo de las prácticas dumping de los chinos.
Al no haber argumentos sólidos en contra, la demanda judicial que han interpuesto los inversionistas podrían ganarla fácilmente.
Dicen los que saben que raíz de la visita a China del presidente de México, si bien el megacentro expositor no fue tema de conversación entre los mandatarios, sí se nota una mayor presión de los inversionistas y fabricantes chinos por concretar esta inversión en el Caribe mexicano.
Y es que en el corto plazo las condiciones económicas del gigante asiático no serán tan favorables como en los últimos veinte años.
China entró en una fase de menor crecimiento económico desde hace unos dos años, lo cual repercute en la operación de sus miles de fábricas y comercios, en la generación de empleos y, por supuesto, en el bienestar socioeconómico de sus millones de habitantes.
Si como se dice la región de Latinoamérica, y en particular México, tiene favorables perspectivas de crecimiento y desarrollo en los próximos años, es obvio que se desee aprovechar tal condición para hacerse de recursos.
Estadounidenses, canadienses y europeos desde hace años aprovechan no sólo la posición geográfica de México, sino los vínculos comerciales con diversos mercados, en particular el TLCAN, ahora los chinos no se quieren quedar atrás y las condiciones están dadas para ampliar su presencia en tierras mexicanas.
El Dragon Mart abatirá aun más los costos de operación para los productores chinos, con una estupenda capacidad de respuesta para poner a las puertas de cualquier comprador los artículos intermedios o de consumo final.
En general, los argumentos de los industriales mexicanos son lógicos, y México debe defender su planta productiva y su propio mercado, sin caer en medidas proteccionistas.
La promoción de productos mexicanos se hace de forma individual, cada empresa busca sus propios clientes, o bien se recurre a las misiones comerciales, recursos que si bien dar resultado y se han modernizado, ya es tiempo de optar por otra vía.
Así como los chinos buscan mega-centros de exhibición fuera de sus fronteras ¿porqué no pueden hacer lo empresarios mexicanos?
Hasta el momento no existe una propuesta que haga frente al proyecto asiático. Es decir, aún no se define la política industrial en el país por parte del gobierno federal, tampoco se avizora un centro permanente o semipermanente para poner a la mano de comercializadores nacionales o extranjeros los productos mexicanos.
Lo que sí es cierto es que tarde o temprano llegará el Dragón.
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