El 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres es una fecha que reviste fundamental importancia en todo el mundo.
Este día, conmemorado también en las Naciones Unidas y en la mayoría de las Naciones, visibiliza a más del cincuenta por ciento de los seres humanos del orbe, junto con nuestra problemática, demandas, necesidades, aspiraciones y derechos.
Más allá de las fronteras más allá de las diferencias étnicas, lingüísticas, culturales, económicas y políticas, las mujeres nos unimos en una sola voz para conmemorarlo.
El Día Internacional de la Mujer incluye a todas las mujeres, a ustedes y a mí, a las obreras y a las campesinas, a las empresarias y a las víctimas de delitos, a las maestras y a las abuelas, a las comerciantes, a las madres de familia y a las jefas de familias, a las hijas y a las profesionistas, a las indígenas y a las científicas.
El 8 de marzo incide en el hecho mismo de ser mujeres, de reconocernos como tales y de ser artífices de la historia, participando en la sociedad en pie de igualdad con los hombres.
Muchas luchas enmarcan esta fecha. En la antigua Grecia, Lisístrata empezó una huelga sexual contra los hombres para poner fin a la guerra; en la Revolución Francesa, las parisienses que pedían “libertad, igualdad y fraternidad” marcharon hacia Versalles para exigir el sufragio femenino.
Hoy cada mujer en todos los rincones del mundo y de México, libra su propia revolución interna, organiza su propia marcha cotidiana en favor de sus derechos, trabaja y lucha por alcanzar mejores niveles de desarrollo.
Por ello, desde 1977, las mujeres conmemoramos esta fecha.
Lamentablemente en la segunda mitad del siglo XXI, una buena parte de nuestro discurso sigue siendo de denuncia, la demanda por el reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres , la violencia, la exclusión y la discriminación, es aún una constante, un problema social y una asignatura pendiente.
Golpes, gritos, muertes, maltrato, abuso, falta de oportunidades, burlas e invisibilidad, forman parte de nuestra realidad cotidiana.
Los medios de comunicación, las organizaciones civiles, los organismos internacionales y las instituciones públicas, dan cuenta de ello. Las cifras que se presentan año con año a nivel nacional y mundial son alarmantes, lastiman a la sociedad en su conjunto y nos revelan de manera clara la problemática de las mujeres.
De ahí el tema de análisis que señala la O.N.U para esta fecha “Una promesa es una promesa: momento de pasar a la acción para acabar con la violencia contra las mujeres”
Ante esta realidad, sabemos más o menos cuáles son las acciones conducentes: mayores presupuestos a programas de mujeres, mejores leyes, procuración de una justicia ágil y eficiente, combate a la impunidad, guarderías, sensibilización de funcionarios públicos, estímulos a las empresas que beneficien a las mujeres, tipificación de delitos, impulso de una cultura más democrática, etc. etc.
Acciones en su conjunto, que sin duda han permitido tener diversos avances.
Sin embargo, independientemente de estas acciones, es necesario ir un paso más allá. Hoy no queda duda de nuestros derechos, incluso parecería ser un tema agotado en tanto que no es motivo de discusión o disenso.
¿Quién podría negar hoy que las mujeres tenemos derechos? ¿Quién podría públicamente sostener que las mujeres no tenemos potencialidades? ¿Quién podría válidamente argumentar en contra de la igualdad entre los géneros?
A nivel de derechos, de normas, de teoría y de discurso parece que la batalla está ganada, más no en los hechos.
Requerimos necesariamente construir un modelo nuevo de sociedad, una sociedad amable y receptiva a los planteamientos de las mujeres y de los hombres.
Para ello ¿hacia dónde necesitamos ir? ¿Qué acciones tenemos que emprender?
La autoestima, la identidad, el empoderamiento, la aspiración de llegar a la igualdad sustantiva no son sólo nociones teóricas sino necesidades y realidades que debemos atender y posibilitar con acciones firmes y decididas.
La autonomía para que tenga validez debe ser reconocida socialmente, y se construye sobre la base de los procesos sociales vitales: económicos, sexuales, psicológicos, culturales, de nuestra concepción del mundo, de los conocimientos y saberes, de la ética, de los aspectos normativos de la vida, de las leyes y las costumbres, de la estética, de las experiencias lúdicas, divertidas, y también de la política.
De ahí la necesidad de que hoy y de frente a la sociedad, todas las fuerzas políticas, asumamos el compromiso de impulsar “acciones afirmativas necesarias de política pública” que sean necesarias y con ello contribuir al avance democrático de las mujeres.
No es con retórica como se alcanza la igualdad sino con acciones compensatorias que permitan su establecimiento.
Reconocer y visibilizar los derechos, las capacidades, las potencialidades y las necesidades de las mujeres, no implica una guerra entre los sexos, por el contrario, conlleva un acuerdo entre ambos, en favor del bien común, de la justicia y de la democracia.
Sólo en la medida en que disminuyan, hasta desaparecer, las discriminaciones de género, habrá un verdadero y total reconocimiento a la dignidad humana.
Reiteradamente hemos señalado que, la igualdad no es sólo un concepto a aplicar sino una noción que necesita aprendizaje y práctica.
Señoras y señores legisladores:
Si la autonomía es la clave, tenemos la obligación de derrumbar ese imaginario social de lo que debe ser la mujer. Tenemos obligación, de una vez por todas, de romper ese añejo techo de cristal que sólo frena el desarrollo. Tenemos obligación de desechar es rancio y viejo discurso que sólo contribuye a escamotear los derechos de las mujeres.
En esta Legislatura, asumamos el reto de posibilitarle en los hechos a cada mujer mexicana el acceso a nuevas y mejores oportunidades.
El grupo parlamentario del PRI por mi conducto, en ésta la más alta tribuna del país, expresa su reconocimiento a las luchas de las mujeres del país.
*Posicionamiento presentado en Tribuna de la Cámara de Diputad@s el día 7 de marzo de 2013.