Se trata de respuestas recurrentes del movimiento #YoSoy132 a preguntas reiterativas de los medios de comunicación. Cuestionamientos que para Lizbeth, estudiante de 21 años de Ciencias Políticas de la UDLAP, a veces rayan en la provocación.
Sin embargo para Mariana el problema no son las preguntas, sino las acusaciones infundadas. Sin tapujos, la estudiante de Relaciones Internacionales de la UDLAP, señala que los medios pertenecientes a la Organización Editorial Mexicana son los que más tienden a distorsionar la realidad. “Ah! también Milenio”, completa tras un fugaz recordatorio.
Alfieri, alumno del Tec de Monterrey Campus Puebla, por su lado sintetiza: los periódicos tuercen la realidad; la televisión ignora hechos y sólo da cobertura a lo que les conviene; mientras que la radio es más neutral.
Ante esto, coinciden en demandar a los medios que se dé cuenta de otras acciones que emprenden, como las brigadas informativas; o bien, que profundicen en sus propuestas, como las que entregaron a los candidatos a la Presidencia, porque “no sólo es hacer marchas, sino conciencia ciudadana”, puntualiza Alfieri.
La marcha del 23
Impresionante, emotiva, satisfactoria. Calificativos que le cuelgan a la marcha del 23 de mayo que partió en el primer cuadro de la ciudad y que llegaría a TV Azteca Puebla, pero ante el entusiasmo y presión estudiantil se prolongó hasta Televisa, en el cerro de La Paz de esta capital. La recuerdan a la perfección, y cuando lo hacen, la emoción todavía los hace prisioneros. Las pupilas los delatan.
Los nervios de la primera movilización se apoderó de Alfieri a sus 22 años aquel miércoles por la tarde: “vamos a ser pocos, pensaba, no nos va a salir bien”. Especulación que compartió Saúl, estudiante de Psicología de la Ibero. “Igual y 200 o hasta 600 personas esperábamos”, confesó.
Las cifras oscilaron entre mil 500 y hasta 3 mil asistentes. Fue impresionante cuando comenzó la marcha, recuerda Saúl, secundado por el estudiante del Tec, quien ese día, por el “mar de gente”, dijo comprender que no estaba sólo en sus ideales.
Mariana, en cambio, va más allá y lo resume como una mezcla de sentimientos encontrados, donde transita la adrenalina, la emoción y el orgullo, sensaciones que se contraponen con la frustración y decepción en la resaca del día siguiente, cuando las conclusiones de la sociedad son dictadas por sus filias y fobias, y la de los medios por sus tendencias. “Un ciclo de altas y bajas”.
El antes y el después.
“Hay gente que te ataca, te dice nini, porro, si supieran…”; comenta Arturo después de que un sexagenario, de la nada, apareciera interrumpiendo la plática para confesarle su apoyo. A punto de titularse en Mercadotecnia por la Universidad Madero, Arturo acusa sueño, “a veces sólo duermo dos horas”, pues también trabaja.
Su rutina, como la de muchos integrantes del #YoSoy132, ha sido alterada, y con ella su visión, sus conceptos, sus amigos. Asegura que el movimiento le exige más preparación. “Tuve que ponerme a leer más, a ver documentales”, lo que le ayudó a entender que, según sus palabras, la apatía nos convierte en ignorantes.
Saúl, por su parte, se somete a más información mediática, mientras que Alfieri reconoce que la diversidad de opiniones le ha abierto el panorama; en tanto, Lizbeth, al igual que Arturo, celebra cuando alcanza las seis horas de sueño y reconoce que a veces quisiera descansar de la política, pero “de repente algo pasa, reflexiono y decido continuar”.
Represalias
Si bien en Puebla no se tiene conocimiento de alguna agresión física o amenaza seria que haya puesto en peligro la integridad de algún integrante del movimiento, estos cinco estudiantes aseguran estar conscientes de que sus acciones puede afectar intereses, molestar conciencias, y por ello estar a expensas de alguna represalia.
“Hemos tenido amenazas –dice Lizbeth-, de repente nos contactan por redes sociales para agredirnos”. O como sucedió con una brigada en la zona de Plaza Dorada, donde fueron advertidos que se retiraran, de lo contrario “llegaría más gente y tendrían problemas”.
Ante esto no niegan que exista cierto temor, pero están convencidos en seguir con sus propósitos. “Si actuó por miedo, me quedo en casa”, declara Saúl seguro de que no está solo y confía en que “México cuidará de los jóvenes”.
La seguridad, entonces, es parte de la logística en sus eventos. Un sector de los estudiantes tiene la encomienda de recorrer los alrededores, observar e identificar a quiénes participan.
Aun así, “somos cautelosos”, dice Mariana al tiempo que reconoce que si en algún momento la situación se complica, hay instancias a las que pueden recurrir, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Internacional de Justicia.
La familia
Pieza importante para que continúen con el objetivo de sus expresiones, es el apoyo que los padres, familiares y amigos manifiestan a estos jóvenes.
“Están orgullosos a pesar de que hay cierto temor –subraya Arturo-, tenemos el apoyo de nuestra familia”. Mariana por su lado, comparte que ha sido muy significativo el reconocimiento que su abuelo le externó al confesarle que se siente orgullosa de ella.
El caso de Lizbeth, en cambio, es de contrastes, pues mientras su mamá rechaza estos actos argumentando que le pueden hacer daño “y no servirá de nada”, su papá la alienta. Contrario al caso de Saúl, quien presume que su familia lo ha acompañado en algunas movilizaciones.
Después del 1 de julio
A la fecha, analistas, periodistas, un sector de la sociedad especula sobre el futuro del #YoSoy132; ellos mismos incluso lo hacen desde su trinchera: “Se ha discutido el futuro, hay planes, pero aún no definimos”, apunta Mariana, pero asegura estar convencida de que seguirán levantando la voz después del primero de julio, pues esto “no termina ahí”.
Pero si llega el fin, “por lo menos la gente ya se acostumbró a alzar la voz y lo harán por su lado”, señala Saúl deseando que el movimiento se mantenga algunos años más, “y si no, por lo menos como generación ya aprendimos a exigir”.