23-11-2024 06:14:24 AM

Publicidad online crece 36% en México

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Según cifras de la Asociación Mexicana de Internet (AMPICI), en México hay 40.6 millones de internautas y la red tiene un nivel de penetración del 33% en el país, por lo que no es de sorprender que la inversión publicitaria online alcanzará un valor de 4 mil 624 millones de pesos en 2011, según lo indicó el Estudio de Inversión Publicitaria Online de IAB.

dinero23“El internet ha cambiado la forma de hacer marketing ya que le dio el poder del tiempo real a la voz de los consumidores. Hay muchas herramientas en línea que el mercadólogo debe aprovechar, más allá de las redes sociales”, aseveró Jorge Pedrero, gerente de Trade Marketing de Prodigy MSN.

El informe de IAB arrojó que la inversión publicitaria online creció 36% en México en el último año a casi mil millones más de lo captado en 2010.

La agencia de medios indica que este crecimiento se debe a que el retorno de inversión (ROI) de las plataformas digitales es cada vez más medible y porque las estrategias online impulsan de manera concreta la penetración de marca.

Hoy en día, 75% de los internautas presta atención a la publicidad digital  y hasta 50% realiza compras por internet. El 80% busca información de productos y marcas y 9 de cada 10 usuarios está registrado en una red social.

Los sectores que más apostaron en internet para anunciarse fueron el automotriz con una participación del 11%; servicios financieros, con un 10% y entretenimiento con un 9%.

IAB apuntó que esto representa una gran oportunidad de negocio a futuro y que el gran reto de la industria publicitaria es tener una mayor especialización para entender la naturaleza multimedia del internet.

“Aún existe mucho miedo en algunos anunciantes que se resisten al cambio o integración de las plataformas por miedo a los resultados. Internet permite a las marcas ser creativas e innovar, […] en la red no hay expertos sino experimentadores”, indicó el entrevistado.

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El otro acontecimiento sorprendente es que fue la propia Cámara Nacional del Autotransporte Carretero (Canacar), es decir, el organismo que agrupa y representa a los camioneros más poderosos, la que respondió con más energía al accidente sangriento de Veracruz bloqueando con sus unidades las más importantes arterias del país. Sus propósitos, dijeron, eran dos:

1.- deslindar responsabilidades entre todos los actores involucrados en el asunto; 2.- exigir a las autoridades del transporte solución a sus añejas demandas para eliminar las causas de fondo de los sangrientos accidentes carreteros.

A través de la densa polvareda confusionista de los medios informativos (que, como siempre, sólo tuvieron ojos para el “caos” vehicular provocado por los bloqueos y para la “desesperación” de los viajantes afectados por los mismos), la Canacar pudo hacernos saber dos cosas.

Primera: México es el único país en el mundo que sigue permitiendo la circulación de dobles remolques por sus carreteras, pues la peligrosidad de tales armatostes está suficientemente documentada y fuera de toda duda.

Segunda: México es, también, el país donde se permite el más alto tonelaje para vehículos de carga, a pesar del evidente daño que causan a las carreteras nacionales y del peligro que representa un vehículo sobrecargado circulando a alta velocidad. Añadieron algo más: el sobrepeso de las unidades les es impuesto por los dueños de la carga con el abierto apoyo de las autoridades del transporte. Y es contra esto, aseguraron, que han venido protestando desde hace rato, sin que nadie les haga caso.

En síntesis, pues, gracias a los dos hechos mencionados, ahora sabemos que los accidentes con el autotransporte de carga tienen tres responsables visibles, entre quienes no están ni el trabajador del volante ni los automovilistas civiles:

1.- La errónea política oficial de desmantelar los ferrocarriles nacionales y de permitir a la industria, como compensación, usar dobles remolques y un sobrepeso excesivo, sin preocuparse por la vida ajena ni por la conservación de las carreteras del país;

2.- La desmedida ambición de los dueños de la carga quienes, con tal de abatir sus gastos de transporte, atropellan toda consideración humanista o sobre el elevado costo de mantener las carreteras nacionales;

3.- La avaricia del pulpo camionero que, para ganar más y asegurar el mayor número de clientes “satisfechos”, imponen a sus choferes un régimen laboral propio de la esclavitud romana o de los siervos de la Edad Media.

Es indignante, por eso, ver cualquier noticiario nocturno de la televisión y escuchar al conductor, o el reportero (fingiendo, además, una indignación que no sienten) señalar a los choferes como los únicos culpables de todo. “Cafres del volante”, “irresponsables” que van a toda velocidad jugando competencias, con olvido de la seguridad ajena; “drogadictos” y “viciosos” que ingieren sustancias tóxicas para mantenerse despiertos y ganar más, es el estribillo de todos los días. ¡Basta de tanta mentira e hipocresía! ¡Los autores mismos del desaguisado se han encargado de abrirnos los ojos, y ahora conocemos a los verdaderos culpables!: primero, las autoridades alcahuetas de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes; segundo, los voraces empresarios cuya hambre de ganancia no se sacia nunca; y tercero, los zares del transporte de carga por carretera, que imponen a sus choferes exigencias superiores a lo que puede un ser humano normal.

Éstos, los choferes (al menos la mayoría de ellos) no son los culpables sino las víctimas de la “troika” mencionada; tan víctimas, al menos, como las víctimas de los accidentes que provocan sin querer, en el afán de conservar el trabajo para no dejar sin sustento a la familia. Y el verdadero remedio también está a la vista: poner a funcionar nuevamente los ferrocarriles nacionales; prohibir los dobles remolques y legislar la carga del transporte terrestre de acuerdo con la norma mundial; respeto irrestricto a los derechos legales, laborales y humanos de los trabajadores del volante; justicia a las víctimas mortales del tráfico de carga e indemnización para heridos y familiares; cárcel, cuanta sea necesaria, para quien infrinja estás normas. Eso es lo que hace falta, y no tanta demagogia barata.

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