Los sudamericanos vienen con todo; la Secretaría de Economía pretende defender el ACE, y sospechosamente la industria del sector en México se mantiene en silencio.
El ACE 55 fue firmado en 2002 y desde entonces han crecido las exportaciones mexicanas de autos; tan sólo en 2011 México aumento 40% sus ventas al territorio carioca.
Lo anterior significa un déficit para Brasil de 1,700 millones de dólares (mdd) en vehículos con México.
Y ahora para “defenderse” los sudamericanos pidieron a México revisar el ACE55, y pretenden fijar a cuotas de importación de autos de México, para que sólo pueda vender 65 mil unidades, que es menos de la mitad de los 147 mil que se vendieron en 2011 a ese mercado del sur.
Para México resulta desventajosa, y podría decir inaceptable, la propuesta carioca. En los últimos años en la república mexicana se registraron considerables inversiones en esta industria, y están en puerta varias más, además es una industria generadora de cientos de miles de empleos.
Si bien es cierto que hasta 80 por ciento de las exportaciones de todas las armadoras en México van hacia el mercado de Estados Unidos y Europa y una mínima parte va hacia Centro y Sudamérica, no puede negarse que 147 mil unidades representan buenos ingresos para los fabricantes como para el país.
Lo más extraño y/o preocupante es el silencio que sobre el tema han mantenido todas las empresas automotrices que hay en la república mexicana, ni siquiera la AMIA o AMDA se han pronunciado ampliamente al respecto en ningún sentido.
Se dice que si se han reunido con la Secretaría de Economía para pronunciarse a favor de que se mantenga el libre comercio entre ambas naciones, pero de ahí en fuera se desconoce totalmente qué opinan al respecto.
Y es que las empresas automotrices (de EU, Europa y Asia) tienen intereses en México y Brasil, aunque algunas fabriquen modelos diferentes.
Hay que recordar que las plantas ubicadas en diferentes países de los corporativos automotrices compiten entre sí para ganar los proyectos. Así ocurre en VW con Puebla, Alemania, resto de Europa o … Brasil, y lo mismo pasa con GM, Ford, Chrysler, Toyota, etcétera.
Con la salvedad que Brasil tiene una economía mucho más dinámica que México, y pese al proteccionismo que aplican los sudamericanos al final le resulta positivo en el desarrollo industrial y en su intercambio comercial con diversas naciones.
México y Brasil son los dos fabricantes de autos más fuertes de Latinoamérica.
Brasil en 2010 produjo 3.2 millones de autos, y México en 2011 apenas si logró los dos millones.
Brasil exporta y consume buena parte de los autos que fabrica. México exporta el 80 por ciento.
Otra ventaja de los sudamericanos es que no sólo albergan a fabricantes extranjeros sino que tiene a sus propias empresas, lo que en México no ocurre.
Pero ante los vaivenes financieros y de demanda en el mundo, la manufactura brasileña ha perdido competitividad recientemente, y ahora el gobierno de Dilma Rousseff atribuye a la guerra cambiaria de los países desarrollados que sus productos pierdan terreno en el ámbito nacional e internacional.
A tal grado llega el interés de Brasil por proteger a la industria automotriz (nacional y extranjera) que aplica altos aranceles, exige un alto nivel de integración local, aplica impuestos al ingreso de capitales a corto plazo, y además redujo su tasa de interés de referencia; además liberó el crédito y redujo carga fiscal para alentar el mercado interno.
En México poco o nada se ha hecho para alentar el mercado interno, de no ser el poco atractivo “Programa de Renovación vehicular” que aplicó a raíz de la crisis y ahora con la cancelación de la tenencia federal, no hay mayor aliciente para adquirir autos en territorio nacional.
Habrá que esperar a que Bruno Ferrari, secretario de Economía, y Patricia Espinosa, secretaria de Relaciones Exteriores, realmente puedan y sepan negociar con los cariocas, y México no termine bailando al ritmo de samba en la industria automotriz.
