Hoy, México es el país con peor desempeño en cuanto a la reducción de la pobreza y mitigación del impacto de la crisis en Centroamérica. Así lo demuestran los datos de la Comisión Económica para América Latina en su Panorama Social 2010, en el que se asienta que en México el número de pobres se incrementó de manera significativa, mientras que el impacto de la crisis fue de los más severos, debido a la incapacidad para generar los empleos requeridos e incorporar a los millones de jóvenes que año con año se suman a la Población Económicamente Activa (PEA). Esto, a 12 años de haber arribado al gobierno un partido que prometió un cambio radical, a través de un hombre dicharachero y carismático.
En Puebla, con el arribo del gobierno actual, se presentan condiciones con similares características a las de hace casi 12 años. Un día sí y otro también, nos dormimos con la grata noticia de que, ya se puso la primera piedra del CRIT, de que ya se puso la primera piedra del metrobús, que ya la del CIS (Centro Integral de Servicios), que ya se dieron computadoras a los mejores estudiantes, que estuvo el Presidente de la Republica por el desfile, por la firma de un convenio con el SNTE (inaudito, 4 veces en lo que va del sexenio), que ya se puso en marcha el programa de 70 y más; que nuestros gobernantes, con frecuencia inusitada, aparecen en televisión nacional con acciones específicas y,…sin duda, nos sentimos orgullosos de ellos, de que emprendan proyectos ambiciosos y de alcance nacional.
Pero, cuando salimos de nuestro sueño, la terca realidad cotidiana sigue ahí: no tenemos agua corriente; no tenemos drenaje; para desayunarnos no hay ni mendrugos; tenemos apenas un lotecito con una casa precaria, que nos sirve para por lo menos ahorrarnos la renta, ¡que amenazan con arrebatarnos!; nuestras calles son ríos de lodo en tiempos de lluvia, etc.
El transporte es malísimo, no hay empleos, y los que existen, están muy mal retribuidos, el subempleo atacado por todos lados, las medidas coercitivas a la orden del día: todos los días, a pesar del ambiente restrictivo que se respira, las manifestaciones populares de inconformidad de las juntas auxiliares, de los defraudados, de los ambulantes, de los estudiantes, etc. Y, regresas a tu casa y en la televisión, nuevamente, ves exaltados los logros y avances de nuestro gobierno, te quedas dormido y otra vez lo mismo, con el agregado de que con cada día que empieza se multiplican las voces, como un grito soterrado de inconformidad, por su acendrada marginación, maltrato y olvido crecientes.
La rebelión de los callados está latente: sobre problemas postelectorales serios, que son minimizados por los medios y por el gobierno, con base en la idea de que los munícipes garantizan el control de las juntas auxiliares, porque de ellos depende su manutención; sobre la falta de avances materiales en las colonias olvidadas y comunidades marginadas; sobre el uso indiscriminado y abusivo de la fuerza pública para aplacar la inconformidad y rebelión de los maltratados; sobre las amenazas constantes de que se aplicará tabla rasa en el uso de la fuerza pública para garantizar el apego a la ley.
Sin embargo, todos los días, al amanecer, nos surge la inquietud de si así se piensan gobernar los seis años, de si así se colmarán las expectativas generadas entre las grandes masas en tiempos de campaña. O, ¿será que la popularidad y el triunfo no dependió de, ni incluye a la plebe? O, ¿es acaso que con el pueblo no se hicieron compromisos, o no hay necesidad de cumplirlos?, aunque no sea en los primeros 100 días y aunque no sean tan espectaculares. ¿Será acaso que a ellos no hay necesidad de brindarles empleo, vivienda, regularización de sus lotes, agua, drenaje, electrificaciones, clínicas, escuelas, pavimentaciones, reconocimiento irrestricto de su ejercicio democrático y de la voluntad mayoritaria, etc., etc.?
Sin duda, las grandes mayorías, como en el gobierno del celebérrimo y nunca “bien ponderado” Vicente Fox, esperaban mucho de las promesas de cambio; y, hoy, esperan un gobernante inteligente, con proyecto transexenal y, por tanto, basado en el apoyo y la simpatía del gran electorado, que pese a lo que se piense, son los que en un arranque de bondad, credulidad y de esperanza ingenuas, hacen posible que se llegue al poder con solo prometerles (por enésima vez) “las perlas de la virgen”, a sabiendas que no se les cumplirá, a pesar de que se firme lo que se promete. Se esperaba y se necesita de este naciente gobierno, así como del arribo del PAN en el año 2000: atención a la pobreza, generación de empleos, aplicación redituable de recursos en obras y servicios, en educación y en salud, participación democrática efectiva; en resumen, un cambio real como el que se pintaba cuando de pedir el voto se trataba.
Nuestros gobernantes estatales se diferencian de aquellos del 2010, y en eso basamos nuestras esperanzas, en que son cultos, académicos, jóvenes, tiene una visión de futuro, su capacidad de análisis global esta mas allá de toda duda. Y ¿entonces?, se pregunta uno con gran desazón, si lo que hemos visto, lo que ha sucedido en esta primera etapa del sexenio, son los prolegómenos de un gobierno diferente, con proyección nacional e internacional, de un gobernante que tiene equipo con experiencia y con conocimiento del medio en que está parado, con una valoración estadística precisa y no influida por la soberbia de saberse y sentirse, más populares que Juan Pablo II. Y una vez más, amparados en nuestra “credulidad bondadosa”, quisiéramos que así fuera, porque de lo contrario, estamos seguros que más temprano de lo que se piensa, el pueblo se cobrará (vivimos en su seno y conocemos su alma), las promesas incumplidas y las vejaciones de que se le hace víctima, cada vez que de acudir a las urnas se trate.
*Dirigente Estatal del Movimiento Antorchista