Para hablar sobre el reconocimiento de los derechos humanos que tenemos las mujeres, necesariamente tenemos que mencionar un antecedente histórico de gran importancia como lo es la resolución 32/142, que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó tras la celebración del Año Internacional de la Mujer en 1975 y el Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer 1976-1985; de esta forma, en 1977, la Asamblea General invitó a todos los Estados a que proclamaran de acuerdo a sus tradiciones históricas y costumbres nacionales, el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, y exhortó a los Estados a que continuaran contribuyendo a crear condiciones favorables para la eliminación de la discriminación contra la mujer y para su plena participación en condiciones de igualdad en el proceso de desarrollo social.
Dicho movimiento que iniciaron años atrás las propias mujeres desde diversas trincheras, fue reforzado por las Naciones Unidas mediante cuatro conferencias mundiales sobre la mujer, lo que ha contribuido a que la conmemoración sea un punto de convergencia de las actividades coordinadas en favor de los derechos de la mujer y su participación en la vida política y económica.
El Día Internacional de la Mujer no debe ser visto como un motivo de festejo, sino como una ocasión para reflexionar sobre los avances conseguidos, exigir cambios, adecuaciones legislativas en los diversos países que converjan con los tratados Internacionales, las que por supuesto, siempre tendrán como objetivo la protección, respeto y garantía de los derechos de las mujeres.
Una tarea pendiente que tenemos es que, pese a que Constitucionalmente se tienen reconocidos los más elementales derechos en igualdad de condiciones que los hombres, lo cierto es que aún persiste la discriminación hacia las mujeres, una de ellas, es no reconocer que somos diferentes y por ende tenemos necesidades diversas, y estas son de acuerdo a nuestro entorno social, económico, cultural, político y por ende educativo; en donde algunas de nosotras por ejemplo, al tener una discapacidad, requerimos porque es nuestro derecho, tener un empleo en donde no se nos señale por nuestra condición; de igual forma si analizamos las condiciones y necesidades que tienen las mujeres indígenas, adultas mayores y por su puesto la niñez, nos damos cuenta que entre todas nosotras somos diferentes, sin que ello quiera decir que somos inferiores.
A este problema de discriminación, se suma la forma en que hemos sido educados/as, es decir, ancestral y generacionalmente, la forma en que nos dicen socio culturalmente que nos debemos comportar unos y otras es diferente y en base a ello, radica el visualizar que alguien es decir un sexo, es mejor que otro.
*Responsable del Programa de Atención a la Mujer de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Puebla.