La reina mala, envidiosa de mis encantos, me convirtió en rana, pero si me das un beso, volveré a ser quien era y te daré todos los goces y deleites que mi voluptuoso temperamento y mi ardiente concupiscencia pueden producir-.
El hombre levanta la rana y se la echa en el bolsillo.
Asoma la ranita la cabeza y le pregunta muy desconcertada:
-¿Qué? ¿No me vas a besar?-
-¡ No!- Respondió el hombre- A mi edad es más divertido tener una rana que habla, que una pinche vieja loca y maniática sexual –