19-05-2024 01:47:47 AM

El ?pacto secreto? y el fariseísmo de sus críticos

Dirigente del Movimiento Antorchista Nacional

Gran polvareda ha levantado, sobre todo en los niveles altos de la clase política y entre sus paniaguados de los medios, el ?pacto secreto? suscrito por los presidentes nacionales del PRI y del PAN, con el Secretario de Gobernación Federal como testigo de honor, en el cual el primer partido se compromete a aprobar en sus términos la reforma económica enviada al H. Congreso de la Unión por el Presidente de la República, y el segundo a no hacer alianzas anti PRI en el Estado de México, para enfrentar la innegable fuerza electoral priista en dicho Estado y el arrollador prestigio de su actual gobernador, Enrique Peña Nieto. Destaca, en particular, la forma ?enérgica? y altisonante en que se ha pronunciado el ?ala izquierda? del H. Congreso de la Unión, a través de los coordinadores y representantes de los diputados y senadores pertenecientes a dicha corriente. En primer lugar, ponen el grito en el cielo por el carácter secreto del acuerdo, prueba irrefutable, según ellos, de la perversidad e ilegitimidad del mismo; en segundo lugar, se pronuncian contra el contenido mismo del pacto, al que tildan, además, de ilegal y antidemocrático; y, en tercer lugar, ?exigen? a los signatarios del documento que ?le informen? a los indignados ?representantes populares? qué otros asuntos, qué otros temas de la agenda nacional tienen pactados en secreto contra de los intereses nacionales.

Pues bien, como (según dice un simpático amigo mío) acostumbraba decir el descuartizador: vamos por partes. En primer lugar, esa moralina barata contra el carácter secreto del pacto sólo puede impresionar y ?apantallar?, o bien a gente candorosa y totalmente desconocedora del quehacer político nacional, o bien a los ignorantes absolutos de la historia de las prácticas políticas y diplomáticas de la humanidad, en cualquier lugar y tiempo y bajo todas las formas de gobierno, incluida la democracia. En efecto, para cualquier ciudadano medianamente instruido, es un lugar común el hecho de que todos los gobiernos, todos los países, todos los diplomáticos, todos los representantes nacionales ante potencias extranjeras, amigas o enemigas, han echado mano, ahora y siempre, de los acuerdos, de los pactos, de los así llamados ?protocolos secretos?, en el manejo de los asuntos públicos. El mismísimo apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, en carta a su amigo mexicano Manuel Mercado en la que informaba de su entrada secreta al país para incorporarse a la lucha armada contra el imperio español, nos dejó una formulación clásica de esta necesidad de secrecía en ciertos asuntos humanos: en silencio ha tenido que ser ?le escribe Martí a Mercado- porque hay negocios que, para tener éxito, tienen que andar ocultos (la cita no es textual).

Pero, sin necesidad de remontarnos tanto en el tiempo, ahora mismo, aquí, en este país que se llama México, ¿cuántos acuerdos, pactos, protocolos secretos se han firmado, se están firmando y se firmarán en el futuro inmediato, incluso por los mismos que hoy arman la grita contra lo hecho por el PRI y PAN? ¿Qué partido, Secretaría, oficina pública, gobierno o funcionario de cualquier corriente política  o de cualquier nivel, puede arrojar la primera piedra en este tipo de maniobras? ¿Qué maquinaria de gobierno puede funcionar, aquí o en China, sin los pactos y acuerdos secretos? Y, yendo más lejos aun, ¿qué causa legítima, limpia moral, social y políticamente hablando (como pretenden que es la suya las izquierdas del país), puede avanzar privándose del recurso de los pactos y acuerdos secretos? ¿Por qué tanta alharaca, pues, en torno a una ?falta? de la que nadie, en política, puede hallarse totalmente limpio?

Vayamos, en segundo lugar, al contenido del pacto. El PAN se comprometió a no formar coaliciones anti PRI en el Estado de México. ¿Está facultado, o no, para hacerlo? ¿Es su derecho legítimo, o no, aliarse o dejar de hacerlo con quien quiera, según sus intereses? Y si la respuesta es afirmativa, como creo que debe serlo, ¿en dónde está el delito de lesa patria que se le imputa? El PRI, por su parte, se comprometió a apoyar una iniciativa de ley. Se puede estar de acuerdo o no con dicha iniciativa; pero esa no es aquí la cuestión, sino la de saber si ese partido tiene el derecho legítimo de apoyar o rechazar lo que a su juicio convenga o perjudique sus propósitos y metas partidarias. Al firmar el pacto, el PRI pudo haber cometido un error político contra su imagen pública, quizá infligió un daño a las clases populares, pero no cometió un delito. Es más, ni siquiera restringió, con esa firma, el derecho de los otros partidos del Congreso para debatir, y derrotar en su caso, la iniciativa en cuestión.

Finalmente, y en tercer lugar, sorprende y pasma que quienes mayor polvareda moralista están levantando con el ?pacto secreto?, sean los mismos que, por otra parte, están celebrando ?pactos públicos? con uno de los ?criminales? (el PAN) para derrotar al PRI en las elecciones que se avecinan. Parece, pues, que, en su lógica, los contubernios electoreros sin principios son ?buenos? cuando los hace la izquierda y, además, cuando son ?públicos?, sin que importe para nada el contenido y los resultados de tales pactos. Y eso no es así. La calidad de una alianza se mide por los efectos políticos concretos de la misma sobre la marcha histórica de una nación. ¿Favorece el avance de las causas populares, o los intereses de los abanderados del retroceso? Esa es la verdadera cuestión. Y medidas con esa vara, las alianzas izquierda-derecha ?contra los cacicazgos del PRI? no pasan la prueba del ácido. Me atrevo a decir, por eso, que la alharaca moralista y demagógica que hoy levantan contra los ?pactos secretos?, es puro fariseísmo, un acto de audaz hipocresía pública para engañar a los futuros votantes, cubriéndose con el disfraz de enemigos insobornables de la corrupción nacional, misma de la que ellos también se benefician.
FARISEO: hipócrita que sólo tiene la apariencia de la virtud, dice el diccionario.

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