03-05-2024 03:55:57 AM

Ante una problemática complicada, urge la reflexión

Dirigente del Movimiento Antorchista estatal

“Que se queden ahí, ese ya no es mi problema; si el que viene les quiere resolver, allá él… si quiere tirar el dinero, es su problema… yo a esos mugrosos y alborotadores ni los veo ni los oigo…”, parece querernos decir -con su actitud- uno de los gobernantes más prometedores que, según él mismo solía contar, fue producto de la cultura del esfuerzo: “acarreaba agua en un burrito, vendía periódico, comía tortas de gelatina etc.”, a semejanza de otro gober, que pensaba que todo era cuestión de ganar la simpatía de los poblanos, diciéndoles “paisaaanoooos priieeetoooos… como yo…”, y con eso la gente estaría satisfecha e identificada, nomás por ser prieta, como el gobernador, aunque su administración diera muy pocos resultados favorables a la ciudadanía.
Es evidente que todos los gobernadores, presidentes y hasta el inspector de colonia, cuando le encuentran la “hebra al hilo”, es decir, cuando se dan cuenta de cuántos privilegios da el poder, no se resisten a la tentación de prolongar su permanencia en él, aunque sea a través de su compadre, hermano, concubina, etc., con tal de seguir saboreando esas mieles. También es cierto que casi todos los gobernantes, una vez que empiezan a descender de la cúspide, se olvidan absolutamente de sus compromisos con quienes votaron por ellos y, sobre todo, de los que menos tienen, a los que periódicamente saturan de promesas todos los candidatos, mismas que se les olvidan por completo cuando son gobernantes; más todavía, esas personas pobres a las que adularon para que los apoyaran, ahora les causan urticaria, en primer lugar, porque les recuerdan sus obligaciones de gobernar para las mayorías, y después, porque como ya están instalados en la “realeza” política, el verlos, oírlos o tenerlos cerca les recuerda sus orígenes, de los que quisieran olvidarse para siempre.
Esto me viene a la mente, porque esa es la actitud que muestran los más altos gobernantes poblanos ante la gente pobre, agrupada en Antorcha Campesina. Tenemos más de cuatro meses plantados enfrente de Casa Aguayo y, recientemente, realizamos la sexta marcha multitudinaria, que tuvo como objetivo hacernos oír y ver por nuestros gobernantes, recordarles que existen pobres a los que se necesita atender en su problemática más elemental, a los que no se les puede seguir sosteniendo en la marginación extrema. Ellos, a diferencia de las “majestuosas obras trascendentes a través del los tiempos”, no requieren de inversiones millonarias, pero su atención y respuesta redundarían en beneficio de toda la sociedad: se disminuirían los parámetros de pobreza extrema y de marginación, la inconformidad social se atenuaría, se estimularía el voto, se atraería a las mayorías a un proyecto que demostraría que sabe responder a las expectativas y a los requerimientos sociales.
Esto, que pareciera tan fácil de entender y practicar, es imposible cuando se pierde el piso y cuando cerca de los gobernantes hay incondicionales incapaces de trasmitirles la realidad tal cual, en aras de evitarse reprimendas, mortificaciones y/o mantener su modus vivendi. Esto hace que, en lugar de invertir una parte del presupuesto en obra social (para lograr una buena gobernanza, que mantenga la paz, la concordia social y la credibilidad de la gente) se le niegue a la gente lo que necesita con urgencia, lo que provoca inconformidad y reclamo airado a las instituciones, además de poner en riesgo un proyecto transexenal, al que se le apostó el resto, como se dice en el argot de los jugadores de naipes.
Pero si los gobernantes esperan que, ante tanta indiferencia y cerrazón, los antorchistas nos desesperemos y nos vayamos por donde vinimos, quiero decirles que no se engañen, porque eso no va a suceder; por el contrario, cada día que pasa, cada calumnia que el gobierno publica en contra nuestra, en lugar de desanimarnos nos decide a perseverar el tiempo que sea necesario. Ya entendimos que las actuales autoridades están ciertas de que, para preservar y garantizar su proyecto, no necesitan del voto de los pobres organizados; por eso reiteramos que no estamos aquí ofertándoles nuestro voto a cambio de dádivas o de migajas.
Nuestra lucha seguirá, en espera de una solución global a nuestras demandas, que no representan ni el 20 por ciento de lo que se invirtió en la obra de pavimentación de una zona exclusiva, obra que beneficia a muy pocos poblanos y no reduce en nada los contrastes sociales; al contrario, los ahonda. Nuestras demandas, como lo hemos repetido hasta el cansancio, son de carácter prioritario, están destinadas a beneficiar a miles de poblanos que tienen todo el derecho de recibir apoyos de su gobierno, además de que, en su mayoría, fueron compromisos asumidos por el propio gobernador.
Tal vez estos razonamientos no le interesen al señor gobernador, pero eso no les quita un ápice de su validez. Si la postura gubernamental no se mueve, no tendremos más remedio que esperar aquí a que algún candidato o el próximo gobernador sea quien dé respuestas positivas a nuestras modestas, pero justas demandas. Si nos desalojan, nos plantaremos nuevamente. Ojalá que se reflexione y se actúe con verdadera inteligencia. De otra forma, aquí esperaremos el nuevo sexenio.

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