Dirigente estatal del Movimiento Antorchista
La política de oídos sordos, de ceguera y de insensibilidad por parte del Gobierno del Estado, ante las demandas de los poblanos más pobres, organizados en Antorcha; las muestras de indiferencia ante los sufrimientos, las privaciones, las inclemencias del tiempo que ha soportado la gente durante más de 3 meses, enfrente de Casa Aguayo, confirman por un lado la sabia sentencia aquella de que “si quieres conocer verdaderamente a un hombre, dale poder y dinero”. Hoy, estamos conociendo la naturaleza de Mario Marín y de gobernantes como él, que cuando llegan al poder se olvidan de sus orígenes e, incluso, odian todo aquello que se los recuerda. Por eso, no sorprendería que termine su sexenio y que no nos resuelva, que nos deje plantados en Casa Aguayo, bajo el gastado argumento de que el gobierno no tiene dinero, y de que 150 millones de pesos son una “pretensión desmesurada”, que si bien es cierto son para obras en más de 120 comunidades y para más de 100 mil poblanos de los más pobres y marginados, estas personas tienen la deleznable característica de estar organizados o vivir en una comunidad organizada en Antorcha, y a ésos hay que “amansarlos”, por “malagradecidos”.
Durante los más de 100 días de plantón, han sido ya muchas las pláticas con Francisco Díaz Gil, subsecretario de Asuntos Políticos e interlocutor de la Secretaría de Gobernación con los dirigentes del Movimiento Antorchista; muchas son las vueltas que le ha hecho dar el secretario de Gobernación a nuestro plantón, muchas son las alternativas de solución que le hemos propuesto -a través de él- a todos los secretarios de Estado, inmiscuidos en la problemática, y una sola respuesta y ofrecimiento ha traído en sus ires y venires este obediente funcionario: “no hay dinero, acepten y levántense con la limosna que les oferta el señor gobernador que, por otro lado, no sobra decirles, está muy molesto por su actitud rebelde e intolerante, pero, además, la oferta es para ahorita, porque mañana seguramente el recorte será mayor y entonces ni esto les podrá dar”.
Ante la cerrazón de las autoridades y concientes de nuestras fortalezas y debilidades, le hemos reiterado que nosotros necesitamos propuestas más acordes a las necesidades de los que menos tienen, que no es posible que haya tanta reticencia para resolverles sus relativamente minúsculas peticiones; que no estamos en contra de la ampliación y modernización de la vía “Atlixcayotl”, o del Centro Expositor o de La Célula; que de ninguna manera podremos estar en contra del progreso de nuestro estado o que se destine un porcentaje importante de los recursos públicos al rescate a los empresarios hoteleros o restauranteros o a los empresarios de la VW, que sin duda también lo necesitan; pero, con lo que no podemos estar de acuerdo, ni creo que los mismos empresarios estén de acuerdo, es con el hecho de que sólo se les ayude a ellos, con que sólo se destinen recursos al rescate de grandes capitales, puesto que hacerlo así pone en peligro la estabilidad de esos mismos capitales y de toda la sociedad; porque ellos, más que nadie, saben que cuando la pobreza crea inconformidad incontenible los que más riesgo corren son ellos y, por tanto, practican la máxima cristiana de que “Dios castiga, pero da de comer”.
Por otro lado, es a todas luces evidente que los antorchistas estamos convencidos, a pesar de lo que diga la prensa “objetiva e independiente”, a pesar del desprestigio y menosprecio hacia nuestras demandas y nuestra fuerza, de que nuestras demandas son de primera necesidad; resolverlas requiere más voluntad y visión política que recursos, y mucha conciencia de la grave marginación y pobreza por la que cursan nuestras clases populares, que raya en los límites de la desesperación, porque sus familiares se mueren de pobreza, porque no tienen empleo, no tienen seguro médico, no tienen clínicas. La gente desesperada y hambrienta es incontenible, porque ante la alternativa de morir de hambre prefiere morir robando o tomar las armas para acabar con quienes considera responsables de su desgracia. Esa es la historia de todas las revoluciones.
Nosotros no estamos convocando a una rebelión; tenemos ya cuatro meses plantados, pidiendo soluciones a través de la protesta pública y pacifica, dentro de los márgenes de la ley, pero pareciera que no existimos para el gobierno; pero aún cuando no quiera vernos ni oírnos, ahí estamos y allí estaremos. Seguramente, algún día, se le desvelará la niebla de los ojos y se le caerán los tapones auditivos a nuestro gobernador, porque los antorchistas prefieren estar frente a Casa Aguayo, comiendo malamente, pero comiendo al fin, sufriendo inclemencias, pero ésas son más crudas en su propia casa.
Por esta situación, señor gobernador, es que no ha valido ni valdrá la indiferencia que ha mostrado su gobierno hacia los plantonistas pobres, por eso es que no nos desaniman las calumnias que, un día sí y el otro también, lanzan en contra de nuestra lucha y de nuestro movimiento; por eso no nos arredran los golpes mediáticos y las maniobras políticas patrocinadas y orquestadas desde su Secretaría de Gobernación, en contra de lo municipios donde gobierna Antorcha (Tecomatlán, Huitzilan de Serdán, etc.). Tampoco nos frustra el hecho de que para ganar las próximas elecciones no se necesite de nuestros votos (¡¡uf!!); ya lo dijo nuestro secretario general, nosotros no comerciamos ni canjeamos votos por demandas, los primeros son un derecho de los ciudadanos, que deben ejercer voluntariamente, y la solución de las demandas es una obligación de los gobernantes, que se puede posponer, es cierto, pero que los demandantes pueden y deben exigir.
Y sólo, en el uso irreductible de nuestro derecho, es que estamos plantados, exigiendo atención a nuestras necesidades. Y en ese mismo tenor es que, del 22-23 de septiembre, elevaremos -una vez más- nuestro clamor de justicia, realizando una marcha monumental (de 20 mil antorchistas poblanos), que partirá de la Fuente de los Frailes, a las 10 de la mañana, en una sola columna, para que nos vean, nos oigan y nos cuenten bien. Si se da respuesta a nuestro clamor de justicia y equidad social, nos iremos de inmediato con nuestra música a otra parte. Eso lo pueden jurar