La nota tuvo repercusión mediática hace algunas semanas.
Miles de quesos fueron retirados de varios mercados de Puebla, bajo la sospecha de que estaban contaminados y que por lo tanto eran peligrosos para el consumo humano.
Muy bien.
Al final se dieron cuenta de que 9 toneladas de estos productos se comercializaban sin ningún control en establecimientos previamente revisados por la misma Secretaría de Salud.
“Mercados dignos y saludables” es la denominación que presumen, y que otorga la misma dependencia en base a la higiene de las maniobras que ahí se realizan y de la “calidad” de los productos que ahí se venden.
Nadie, en su sano juicio, puede estar en contra de que estos operativos se realicen.
El problema es que, más allá de la destrucción del producto, no hay nada.
Ni un solo detenido, ni la continuidad de las investigaciones que pudieran dar con los responsables.
Nada, absolutamente nada.
Y es que, el tema no es nada nuevo.
Llama la atención que sea hasta ahora, con el cambio de secretario, que se den cuenta de un negocio millonario y añejo que se opera desde la Dirección de Regulación y Fomento Sanitario que encabeza Baraquiel Saloma y cuyas cabezas visibles son los doctores Ángel Melchor y María de La Paz Hernández.
Estos personajes le han dado forma a una muy rentable estructura que permite la venta de quesos y otros productos contaminados o irregulares en mercados de la capital, San Martín Texmelucan y Atlixco, y en donde los fabricantes de los mismos, pagan cuotas de hasta un millón 250 mil pesos por no ser tocados ni con el pétalo de una rosa.
De ese tamaño es el negocio.
Esta cantidad de dinero es lo que cuesta el aval de la dependencia para que en Puebla se vendan alimentos contaminados provenientes de estados como Morelos, Hidalgo, y sobre todo Chiapas, y que fueron previamente rechazados para su venta por las autoridades de estas entidades.
Aquí, todo pasa.
Con su respectivo pago, claro.
Y es que, todo parece indicar que alguien se salió del guión y decidió cantar, ya sea por honestidad o para que lo incluyeran en el negocio, y de ahí el sui generis operativo, que por cierto, a pesar de que se sabe de la magnitud de las irregularidades, hasta ahora no se ha vuelto a repetir.
9 toneladas parece ser una muestra muy pequeña de lo que en realidad sucede.
Además, los “dueños” del negocio han hecho todo lo posible por demostrar que, gracias a él, han podido acceder a un nivel de vida prohibitivo para el tipo de salarios que reciben.
Automóviles de lujo, de las mejores marcas, que cambian cada dos años cuando mucho.
Impresionantes residencias en exclusivos fraccionamientos cerrados en zonas como Zavaleta o San Andrés, Cholula.
Algunas, hasta con alberca.
¿Verdad doctora?
Todo, gracias a los quesos contaminados con Ecoli.
Otras más, impecables, faraónicas, nuevecitas, como la que el próximo 30 de septiembre será inaugurada en Cholula y cuyo equipamiento fue cortesía de colaboradores que se dedican a la extorsión a dueños de bares, antros y prostíbulos que operan en Atlixco, San Martín, Tepeaca y Huejotzingo.
Ni hablar.
La mafia en esta dependencia no tiene descanso.
Por cierto, su existencia ha sido ya plenamente reconocida por funcionarios de la dependencia, lo cual es ocioso si no se toman todas las medidas necesarias para garantizar su desaparición.
A ver hasta cuándo.
latempestad@statuspuebla.com.mx