Es práctica común que, diariamente, acuda gente a nuestras oficinas, en busca de apoyo, para su casi irresoluble problemática. Después de haber recorrido todas las dependencias y organizaciones, y no encontrar a nadie que se interese en la solución de sus demandas, muchas personas nos ven como una salida a sus problemas, aún cuando los detractores de nuestra organización (en primer lugar los funcionarios), a los que acuden para la solución de sus demandas, les amenacen diciéndoles que si buscan a Antorcha menos se solucionará su problemática.
Nuestra mística y nuestro modo de operar nos obligan a sumar nuestras voces y nuestra representación a las demandas de esa gente; ello, con dos propósitos claros: encauzar por la vía de la protesta pacifica su inconformidad y tratar de materializar nuestro objetivo, que es contribuir, dentro de nuestras limitaciones, al abatimiento de la pobreza en México.
Siempre tratamos de que nuestras protestas y nuestros reclamos no se salgan de los cánones legales; podemos decir y demostrar, con hechos, que en nuestras acciones siempre salen beneficiados los que menos tienen. Pero, como la situación para los pobres es cada vez más apremiante y con menos posibilidades de solución, los organizados en el Movimiento Antorchista poblano, después de muchos ires y venires, después de muchas antesalas, de recibir miles de negativas y “argumentos” adormecedores (para no resolver sus necesidades), decidieron instalarse en plantón, como medida extrema para sensibilizar a la Segob, a fin de que ésta diera solución a nuestra ingente problemática.
Pero hoy, después de 50 días de lucha entusiasta, aguerrida y prudente de los antorchistas, el gobierno hace oídos sordos a los justos reclamos que están a la puerta de Casa Aguayo, y acalla a ciertos medios de comunicación, para que la ciudadanía imparcial no sepa la magnitud de la protesta, que cada día es mayor y más diversa; maestros, estudiantes, colonos, campesinos, obreros, comerciantes ambulantes, comerciantes semiestablecidos exponen todos los días sus demandas de seguridad, obras, servicios, educación, salud, empleo, etc.
Pero, pareciera que el gobernador y su gabinete padecen esquizofrenia, que crean su propia realidad. Pretenden hacerle creer a los ciudadanos que no pasa nada en Puebla, que todo está bajo control, que siguen siendo los hombres poderosos de antes del “Lidiagate”, que nos pueden dejar allí, sin que nada pase, que basta con que ni nos vean, ni nos oigan. Pero estamos seguros y convencidos de que nuestra lucha no sólo tiene sustento social real, que no sólo son justas y urgentes nuestras demandas, sino que además tenemos la razón y contamos con la simpatía de muchos sectores de la sociedad; incluso, si se nos sigue dejando en la calle (de donde no vamos a quitarnos hasta que no den cauce al cien por ciento de nuestras demandas, sin importarnos su aparente indiferencia), cada día llegarán más y más inconformes con sus acciones de gobierno, que sumarán sus demandas a las nuestras. Es un hecho que la indiferencia gubernamental ha provocado lo que querían evitar: fortalecer al Movimiento Antorchista y elevar la convicción entre sus filas
Durante estos 35 años de vida, hemos demostrado que sabemos ser leales con nuestros principios y métodos de actuación entre las masas. Nos sentimos orgullosos de ellos y de nuestra independencia ideológica y política al servicio de la gente pobre que milita con nosotros. Por eso, aunque nunca hemos negado nuestra pertenencia al PRI, la actitud que adopta el gobierno priísta de Puebla, respecto a nuestras demandas, nos parece un acto inaceptable de soberbia y desdén hacia los poblanos inconformes, que tienen ya más de 7 semanas en plantón; lo anterior obliga a la dirigencia antorchista a analizar concienzudamente la posibilidad de llamar a sus miles de simpatizantes a no votar por candidatos que evidencian apatía e indiferencia a las necesidades de los menesterosos y que sólo se ocupan de ellos cuando se trata de que emitan un sufragio que satisfaga sus propias aspiraciones económicas y de ascenso político personal.
Nosotros estamos conscientes de las consecuencias que una decisión así conlleva, pero no se nos deja otra alternativa, se nos obliga a valorar nuestro voto, puesto que no se les puede seguir prometiendo eternamente a los pobres “el reino de los cielos”. Hay que hacer algo por ellos en este “mundo cruel”; de otra forma, nosotros seremos cómplices de que nada cambie en nuestra patria.