05-05-2024 01:51:29 AM

Verdades a medias, manipulación completa

Dirigente del Movimiento Antorchista Nacional

Son tiempos de campaña electoral y, lógicamente, la catarata de discursos no se ha hecho esperar. La totalidad de ellos sólo produce enfado y aburrimiento por su total carencia de ideas y de inteligencia, y, sobre todo, de un contenido preciso, concreto, que permita al ciudadano entender bien lo que se le propone. Sin embargo, de entre este mar de insulseces se destaca el discurso de los líderes y candidatos del partido en el gobierno, el PAN, por las siguientes características. Primera, está cortado a la medida de un solo partido al que consideran, por lo visto, el único rival de consideración. Me refiero, claro, al PRI del que tratan de hacer la “bestia negra”, la “más grave amenaza” para el país y el enemigo a vencer a como dé lugar; segunda, es una campaña virulenta, insultante, agresiva en exceso que puede tomarse, por eso, como preocupante indicio de que quienes se hallan detrás están dispuestos a todo con tal de alzarse con la victoria; tercera, está tejida con puras “críticas”, “acusaciones”, “denuncias” de reales o supuestos errores y “crímenes” de los gobernantes y funcionarios emanados del PRI; no hay lugar para reconocer aciertos por insignificantes que sean; cuarta, tampoco contiene propuestas claras y compromisos precisos que demuestren que son lo mejor para México.
No creo que haga falta decirlo pero es mejor asegurarse: nadie me nombró defensor oficial (ni oficioso) del PRI, y no tengo intereses electorales de ningún tipo que pudieran explicar o distorsionar mi opinión. Simplemente, soy un mexicano interesado en  su país que se siente lastimado por la reiteración abusiva de los ataques e insultos a que me refiero. Y aquí va mi modesto punto de vista. Todos sabemos que tanto el PRI como sus antecesores inmediatos, el PNR y el PRM, nacieron de la entraña de la Revolución Mexicana. Por eso es incontestable (y sus enemigos lo aceptan y subrayan cuando así les conviene) que lo que México es hoy, al cumplirse casi el primer siglo de la gesta de 1910, es obra del PRI. Todo lo que tenemos, lo que el pueblo disfruta o padece, los aciertos y los errores, las luces y las sombras, los avances y los retrocesos, son obra del PRI. El México actual se autoconstruyó encabezado por el PRI.
Puntualicemos. Al término de la lucha armada el país estaba en ruinas, destrozado material, económica y políticamente por la propia lucha y por las mismas causas que la hicieron necesaria, la engendraron y la sostuvieron. Y fue en medio de esas ruinas que los revolucionarios pusieron manos a la obra. El completo sistema de comunicaciones modernas de hoy, con su red de carreteras, de ferrocarriles, correo, telégrafo, teléfono y hasta la televisión; toda la infraestructura material de las ciudades y el campo como escuelas grandes y chicas, hospitales, clínicas y casas de salud, edificios públicos modestos y no tanto, electrificación, pavimento, banquetas, redes de drenaje, agua entubada, viviendas de interés social y de las otras; fábricas, parques industriales, puertos y aeropuertos, mejoramiento de la vivienda popular y varios etcéteras más, fueron obra del pueblo dirigido por gobiernos priistas. Y quedan todavía las instituciones: La Reforma Agraria con su difícil reparto de los latifundios, la educación básica universal, laica y gratuita, el Seguro Social, el ISSSTE, los sindicatos de obreros y de burócratas, la creación de modernas universidades e instituciones de educación superior, la modernización de la agricultura, los programas de abasto popular y de apoyos al campesino y mucho más, son también obra del pueblo dirigido por el PRI. A este partido le urge poner a trabajar a un buen equipo de investigadores que haga un balance serio, sustentado en cifras y en hechos comprobables, de lo que le dio al país y de lo que le quedó a deber, para cerrar el paso a especulaciones fáciles.
Nadie ignora los desaciertos y desviaciones del PRI en el poder: la corrupción, el uso patrimonial del poder, el nepotismo, el compadrazgo, el influyentismo, las prácticas antidemocráticas y graves actos de represión en contra de las masas populares, son algunas de sus faltas más visibles. Pero sus errores capitales fueron dos: no haber podido diseñar un modelo económico moderno, eficiente y dinámico que sacara al país del subdesarrollo; y no haber instrumentado una política eficaz de redistribución de la riqueza nacional. ¿Y entonces? Nada. Que yo sólo quiero poner de relieve que la unilateral campaña panista es falsa precisamente por eso, por revelar sólo las sombras pero no las luces de la actuación de su contrincante. Ver sólo una cara de los hechos no es un modo correcto y lógicamente defendible de analizarlos; así no se reproduce completa la realidad y termina siendo una mentira con fines manipulatorios. Pero hay algo más. Es bien sabido que los errores ajenos no justifican los propios, ni menos los convierten en aciertos y en méritos. Siendo así, uno se pregunta: ¿por qué el PAN se ensaña exhibiendo errores ajenos y no dice nada de los suyos? ¿O es que piensa que el sexenio que recién terminó es modelo de eficiencia, honradez, combate a la corrupción, al nepotismo y al influyentismo? ¿Por qué no puntualiza los aciertos del foxismo? ¿Por qué no nos ilustra sobre lo que le debemos a su primer ex presidente y al gabinete entero que lo acompañó?
Se dirá que seis años son pocos para corregir el desbarajuste priista y es cierto. Pero nosotros no pedimos tanto: sólo que se nos demuestre que en esos seis años se inauguró, con mano firme, con claridad de miras y con rectitud de intenciones, un rumbo nuevo y mejor que el priista, mismo que, de continuar en él, pronto nos llevará a puerto seguro. De lo contrario, quedará claro que la única diferencia verdadera entre el ayer y el hoy es que los priistas, por su larga permanencia en el poder, dan mucho de donde espigar  para atacarlos y destruirlos, mientras que los panistas, por llevar apenas ocho años en la silla, no han tenido tiempo de acumular tantas fallas y desviaciones, pero que para allá van con toda seguridad, como lo sugiere el desastre foxista. Estaríamos, pues, tan sólo, ante una cuestión de tiempo.

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