Parece inexplicable que en algunos gobernantes haya tanta insensibilidad, sordera y ceguera política; sobre todo, si se trata de figuras de las que esperaríamos no sólo compresión y manifestaciones solidarias hacia los pobres, sino una respuesta inmediata a los problemas más lacerantes de la marginación (que conocen, porque durante su campaña y gestión en busca del voto o de consolidar su imagen como gobernantes, se ven forzados a llegar hasta los lugares más inhóspitos, donde habitan los más humildes).
Todos los gobernantes deberían cumplir los compromisos hechos en campaña a los miles de poblanos que les dieron su voto y -contra viento y marea- los hicieron gobernantes, porque creyeron que ellos sí tendrían sensibilidad ante la miseria, ya que saben cómo duele y cómo lacera el cuerpo y el alma. Por ejemplo, mucha gente creyó en el lic. Marín, no sólo por su bonhomía, sino también porque pensaron que él, como con don Benito Juárez, sacrificaría todo por su pueblo, hasta el poder mismo. ¿Los dejará esperando?
En alguna plática cordial, ante el rechazo que hicimos de su oferta, notoriamente inferior respecto a la magnitud y urgencia de las demandas de los miles de poblanos organizados en Antorcha, el gobernador dijo que “no tiene dinero”, que a él no le podíamos obligar, y que si seguíamos con nuestra “tozudez” de plantarnos en Casa Aguayo nos encontraría ahí el fin de su sexenio, puesto que no tenía forma de solucionar el pliego petitorio (obras de agua potable, electrificaciones, pavimentación de calles, servicios de salud, educación, seguridad, etc.).
Ante la posibilidad de que el conflicto se alargue y menudeen los ataques promovidos desde las oficinas de Comunicación del gobierno estatal, creo necesario precisar, en primer lugar, que lo que solicitamos son obras para los colonos, campesinos y comerciantes ambulantes, poblanos con los cuales, independientemente de su filiación o credo, tiene compromisos el gobernador. Ninguna petición se refiere a dar apoyo personal para algún dirigente, que quede claro.
Se ha tratado de sembrar la idea en la opinión pública de que nuestras peticiones son “exorbitantes”, pero también aquí queremos puntualizar que tenemos organizadas y en plantón a alrededor de 500 comunidades, que no han recibido algún beneficio del erario público. No pensamos que sea exorbitante pedir que les den agua potable, brechas, electrificación, salud, etc., sobre todo si se trata de las mismos compromisos que el gobernador les ofreció resolver, en algunos casos en varias ocasiones.
No es falta de dinero por lo que el gobierno no resuelve; a todo nos consta que la Sedeso estatal reparte diariamente recursos para abatir la pobreza en diversas comunidades. Nos preguntamos: ¿en las comunidades y pueblos antorchistas no hay pobreza? ¿O no se les atiende porque son antorchistas? ¿Debemos concluir que los ofrecimientos que nos hicieron en campaña fueron vil demagogia y una forma de embaucar a los crédulos?
Tal vez los gobernantes locales sienten que hasta estuvo mejor que su partido perdiera la presidencia de la república, puesto que ahora ellos son amos y señores absolutos de su feudo, y pueden hacer y deshacer a su antojo. Si así razonan, además de evidenciar su estrechez de miras, estarán preparando su próxima derrota electoral. Allá ellos y su soberbia.
Pero, aunque parezca inocente la amenaza lanzada por el gobernador contra de la organización de los pobres, parece estar dispuesto a cumplirla: varios de sus empleados, entre ellos el secretario de Gobernación, nos han dicho que “a Marín no se le puede estar presionando”; además, abiertamente nos amenaza a través de sus plumíferos a sueldo, quienes gustosos repiten la basura que les dictan en Gobernación estatal.
Ante esta amenazante situación, le decimos a los máximos gobernantes estatales: no gasten en amenazas periodísticas los “pocos recurso que tienen”, no es a periodicazos como nos van a hacer desistir de luchar por nuestros derechos; el hambre, la miseria y el “encabronamiento” de la gente son muy grandes, y sólo nos iremos con soluciones concretas a nuestra demandas concretas; en vez de pasar frío, hambres, enfermedades en sus míseras viviendas y pueblos, la gente prefiere permanecer en el plantón, donde al menos tiene forma de gritar su dolor y su coraje.
Si el gobierno y el partido, aún a riesgo de perder popularidad y votos, están dispuestos a tenernos enfrente de Casa Aguayo lo que resta del sexenio, deben saber que los antorchistas no nos iremos de ahí. Ya no tenemos más que nuestra miseria y esa sí estamos dispuestos a perderla, aún cuando tengamos que sufrir la más ruin de las soberbias, con la que, por cierto, es imposible ganar elecciones en estos tiempos.