Pues ya está, ya quedó.
Después de una reunión en la Secretaría de Gobernación estatal, está echada ya la suerte del edil de Izúcar de Matamoros, Arturo Herrera Velázquez.
Si bien ahí no se discutió si abandonaba o no la presidencia municipal de este lugar, algo que se daba como un hecho desde hace ya varias semanas, era fundamental definir los términos legales de su dimisión.
El reto era mayúsculo.
¿Cómo encuadrar en términos legales una negociación en lo oscurito?
¿Bajo qué ley justificar semejante violación a un mandato constitucional?
Parece ser que nada es imposible en esta Puebla de los demonios.
Haciendo gala de auténtica alquimia política, al final del encuentro ya se tenían perfectamente claros los pasos a seguir para terminar fulminantemente con tan incómodo edil.
Primero, Herrera Velázquez solicitará una primera licencia por 30 días para separarse de su cargo.
Muy bien, sin duda una situación que contempla la ley.
Ahora bien, ¿con qué pretexto?
El todavía alcalde tendrá que contradecir declaraciones anteriores en donde aseguraba que no existía la menor irregularidad con las acciones que ha tomado como autoridad municipal y ausentarse del cargo de manera “voluntaria” para que se le practique una auditoría a su gestión, auditoría que hace pocos días Arturo Herrera no consideraba ni siquiera necesaria.
En ese tiempo, el congreso del estado iniciará un procedimiento de fiscalización por la vía “fast track” hasta encontrar cualquier cosa que pudiera cuadrarse dentro de los supuestos legales válidos para iniciar un procedimiento de destitución, ahora sí, emitido por la instancia jurídicamente capacitada para hacerlo.
Increíble si se analiza el enorme rezago que se tiene en la revisión de las cuentas públicas de otros ayuntamientos, que de plano no avanzan desde hace meses.
El pretexto es lo de menos, el resultado final es lo importante para ellos.
Si un mes no es suficiente, Herrera se compromete a solicitar otra licencia similar, por otro mes, o por el período de tiempo que sea necesario hasta que el legislativo lo guillotine.
Hermoso ¿no cree?
Lo peor del caso es que el edil está más que conforme con su salida “indigna” del ayuntamiento que por pocas horas más seguirá presidiendo.
Todo parece indicar que al final se apanicó, reconoció sus obvias limitaciones, intelectuales y operativas y prefiere huir por la puerta de atrás antes de seguir padeciendo, día a día, la engorrosa obligación de gobernar.
Como si la cobardía fuera una razón suficiente para justificar su destitución.
Del otro lado, es decir, desde el punto de vista de Gobernación, la maniobra se justifica ya que el sustituto y cuñado de Rubén Gil no tuvo los tamaños ni la capacidad mínima como para mantener la gobernabilidad en este municipio y cumplir, aunque sea en parte, con los programas de obra pública y servicios prometidos a la población.
Peor tantito.
Si criterios similares se aplicaran para cada uno de los 217 ayuntamientos, seguramente nos
quedaríamos sin presidentes municipales en el estado.
¿No cree?
No queda más remedio que concluir otra vez con un rotundo ¡Guácala!