El gobierno de Blanca Alcalá ha llegado a lo que los especialistas llaman un “punto de quiebre”, es decir, un parteaguas que marcará sin dudas un antes y un después en lo que a la administración municipal se refiere.
A quince meses de mandato y una vez superada la emergencia en infraestructura urbana, heredada gracias a la negligencia de administraciones pasadas, el gobierno de la ciudad experimentará una cirugía mayor en cuanto a la redefinición de prioridades, replanteamiento de objetivos y su consecuente reacomodo de funciones de los principales funcionarios y colaboradores.
La estrategia tiene como eje central el que la propia presidenta municipal asuma un papel mucho más activo y protagónico en la tarea de comunicación de las acciones de gobierno, con el objetivo de maximizar los de por si muy altos niveles de popularidad y confianza, que son la envidia de varios personajes políticos locales con aspiraciones en el corto plazo.
De esta manera, Blanca dejará atrás las larguísimas jornadas de más de diez horas encerrada en una oficina, para aprovechar el mismo tiempo en la siempre importante labor de anunciar, promover y dar la cara por los diferentes proyectos con lo que cerrará su trienio.
La consecuencia inmediata de semejante cambio será que los funcionarios de primer nivel empiecen a operar como tales y tengan que demostrar con hechos que se merecen estar donde están y el nada despreciable sueldo que cada quincena cobran.
Sobra decir que esto tiene muy preocupado a uno que otro parásito cuya dependencia se ha mantenido a flote hasta el momento gracias a la filosofía de la “mujer orquesta” que ha implementado la alcaldesa para cubrir personalmente algunas de las monumentales deficiencias que han mostrado algunos de sus colaboradores.
El reto será por un lado el tener la capacidad de delegar en base a las responsabilidades de cada uno y a la par, poner en marcha un nuevo sistema de medición de eficiencia basado única y exclusivamente en los resultados que se obtengan.
Nada más.
Nada de política, nada de medias verdades, nada de simulaciones.
Todo esto con la intención de cerrar lo mejor posible un trienio que, si las circunstancias se dan, todas ajenas a la voluntad de la presidenta, podría ser la base de un proyecto político que tenga como meta la gubernatura del estado.
A ver si le alcanza.
¿Y QUÉ CON EL PUEBLA?
Los próximos tres días serán fundamentales para definir el futuro inmediato del Puebla de la Franja.
Todo parece indicar que el miércoles, Francisco Bernat tomará una decisión definitiva sobre si vende o no el 51% de las acciones que todavía posee.
El cabildeo se ha intensificado de tal manera que la especulación ha reinado sobre el verdadero desarrollo de las mismas.
Lo cierto es que, existen empresarios dispuestos a invertir en el equipo para lograr que mantenga niveles altos de competitividad en los próximos dos torneos y espantar de una vez por todas los fantasmas del descenso.
Si bien hay muchos que quisieran que los Bernat se deshicieran de una vez por todas del equipo, cosa que se ve cada vez más difícil- ahora “es un asunto de orgullo” aseguran-, lo cierto es que empresarios serios, honorables y con posibilidades económicas de sobra, podrían entrarle al toro siempre y cuando se cumpla una única condición: comprar el paquete accionario de Ricardo Henaine y Jesús López Chargoy.
Y es que, a pesar del negro historial de fraudes y manejos oscuros que ha caracterizado a la relación de la familia Bernat con quienes en su momento han sido sus socios, en el fútbol y en otros negocios, hay quienes prefieren invertir con ellos y no con Henaine y compañía.
De esta manera, dicen, de paso se despolitizaría el equipo, algo que en la opinión de muchos es lo que realmente le ha hecho mucho daño a la relación entre los actuales accionistas.
¿Qué hará Bernat?
¿Vender o no vender?
¿Mantener o sacrificar su “orgullo”?
En estos momentos, Paco deshoja la margarita meditando en las cada vez menos paradisíacas playas de Acapulco.
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