El último partido del Puebla en el estadio Cuauhtémoc, sirve como evidencia clara, contundente, de que los dos socios del equipo pertenecen a la misma calaña.
Sí, sin lugar a dudas, Henaine y Bernat son hoy dos ilustrativos ejemplares de la especie Dipodomys deserti, es decir, ratas canguro, o sea roedores muy pero muy grandes.
El descarado, alevoso, ventajoso, sucio, corrupto y asqueroso sobrecupo que se registró el miércoles pasado en el inmueble de Maravillas no deja lugar a dudas.
A costa de la seguridad y el bienestar de familias enteras, se permitió la entrada de miles de aficionados más de lo que permite la capacidad del estadio, sin importar que muchos de los que sí pagaron por un boleto y que por lo tanto merecían un lugar garantizado para ver el partido, haya tenido que permanecer parados en los pasillos o las puertas de acceso, o bien se hayan conformado con sentarse en las escaleras para no perderse el encuentro.
Lamentable.
Todo lo anterior debido a la ambición desmedida de quien hoy tiene la administración temporal del equipo, quien por cierto se quejaba amargamente de haber sido víctima sistemática de este tipo de abusos por parte de su socio y todavía accionista mayoritario del club: Francisco Bernat.
Y es que, fue Bernat precisamente quien institucionalizó este tipo de marranadas, al grado de convertirlas en algo muy común en cada juego como local.
¿El operador?
Ni más ni menos que la mano derecha de la familia Bernat, el otrora todopoderoso contador Álvaro Flores.
El control de las puertas siempre había estado a su cargo y la gente que contrataba para checar boletos tenía la consigna de aceptar dinero para pasar a aficionados sin boleto, de esta manera ingresaba dinero que no es detectado y que iba directamente a las manos del contador.
De primer mundo ¿no?
Este personaje operaba utilizando la misma lógica que algunos comandantes de tránsito: a través de la famosa cuota.
Me explico.
Los encargados de regular la entrada de personas al estadio tenían que entrega,r por cada partido, una cuota determinada de dinero que se define dependiendo del rival en turno y de la expectativa en términos de asistencia.
Este era, precisamente uno de los grandes misterios que no se explicaban los anteriores directivos y que generó aún más desconfianza entre Henaine, La Chiquillada y los Bernat: el por qué las tribunas se veían siempre llenas o casi llenas y esto no se reflejaba en el dinero que oficialmente se reportaba como ingresos producto de la venta de boletos.
Esta situación también explica las extrañas aglomeraciones de gente que se dan en las puertas de acceso al estadio y que generan un auténtico caos.
Y es que, para mantener el control del negocio, sólo se habilita un número limitado de accesos.
De esta manera se facilita el monitoreo del ingreso de los que no tienen boleto y de calculan de antemano las utilidades que se obtendrán por la maniobra.
¿Cómo la ve?
Así, el total del dinero que ingresa al club es mucho mayor al que se registra formalmente en las taquillas y el excedente no entra formalmente a las arcas del equipo.
El monto de las sanciones que imponen tanto la autoridad municipal como la propia Federación Mexicana de Fútbol son mínimas si se compara con la rentabilidad del negocio.
Sí, estamos hablando de millones de pesos adicionales.
Se trata de fraude al más alto nivel.
El problema es que ahora, la víctima pasó a ser el victimario.
Henaine ya opera un esquema similar de control de accesos al estadio y ahora los beneficios del sobrecupo son para él.
Y no los comparte con su socio.
Así fue contra América y Monterrey y así será cada vez que se ofrezca.
¿La razón?
Poco a poco ir quedando “a mano”.
A costa de la afición y de la seguridad de miles de familias.
Muy serio, muy prudente, muy profesional.
Lo dicho, es la guerra entre cochinos y marranos.
latempestad@statuspuebla.com.mx