No son sólo los 70 millones de pesos que en teoría no aparecen de las arcas del equipo.
Tampoco toda la serie de irregularidades con los contratos de publicidad, las entradas al estadio sin boleto, la venta clandestina de bebidas alcohólicas y demás marranadas que han caracterizado a la relación Henaine-Bernat.
Mucho menos la actuación de la mal llamada “chiquillada” y el consecuente celo motivado por la percepción generalizada de que fue gracias a ellos y a nadie más, que habrá futbol de Primera División en Puebla por lo menos un año más.
No, la auténtica gota que derramó el vaso, el hecho que motivó que se echara toda la carne al asador y que se acelerara el inminente proceso de ruptura al interior de la directiva poblana, tiene que ver con una historia mucho menos complicada, mucho más mundana, banal si usted quiere, pero sin duda representativa de lo que le espera al equipo en términos de su relación con otras instancias del futbol mexicano.
Sucedió en la más reciente reunión de dueños.
Al recinto ubicado en la calle de Colima, allá en la colonia Roma de la capital del país, fueron llegando, uno a uno, los rostros tradicionales que acuden cada vez que se deben de tomar decisiones trascendentes para nuestro deporte más popular.
Estaban ahí los de siempre, menos uno.
Hasta ahí había llegado una cara nueva, un rostro que nadie identificaba pero que hacía todo lo posible por ganarse las simpatías de los presentes, usando, como ya es su costumbre, lo mejor de su repertorio de encantador de serpientes.
Sí, esas mismas tácticas con las que se ganó la complicidad de políticos, grandes empresarios y por supuesto, cómo olvidarlo, de algunos gobernadores.
Sin embargo, en esta ocasión, la estrategia fracasó.
Al intentar ocupar el lugar que según él le correspondía como dueño del equipo de la Franja y al ser cuestionado sobre quién era y qué asunto era el que lo llevaba hasta ahí, el ahora directivo del Puebla se apresuró a enseñar un documento que guardaba celosamente en un llamativo portafolio, muy poco viril, pero sin duda de una calidad excepcional.
Se trataba de aquel dictamen de un juez, en donde se le otorga provisionalmente la administración del equipo, por lo menos hasta que se esclarezca el destino de cerca de 70 millones de pesos de las arcas del equipo.
No fue suficiente.
A pesar de que se trata de un documento con un incuestionable valor legal, para los directivos del balompié nacional era tan sólo un insignificante papel que no le daba a Henaine representatividad alguna ante la propia Femexfut.
Quien sí entró sin problemas a la reunión, votó y signó acuerdos sin el menor problema fue Francisco Bernat.
Y es que, más allá del curso que tomen los procesos legales, inclusive en el escenario de que a Bernat pudieran quitarle todo, absolutamente todo sus activos en el club, él y nadie más es el que tiene la filiación a la federación y esa no se pierde, ni se transfiere, a pesar de juicios o resoluciones de tipo judicial.
Solamente el propio Francisco puede decidir vender la filiación para que alguien más tuviera la representatividad para llegar a acuerdos a nombre del equipo.
¿Y sabe usted, en este contexto, cuándo Bernat va a ceder esta filiación?
Se trata de uno más de los varios “ases” bajo la manga que tiene Paco para no perder el control del equipo.
Habrá sorpresas próximamente.
latempestad@statuspuebla.com.mx