Dirigente del Movimiento Antorchista Nacional
El planeta entero respiró con alivio cuando se confirmó la victoria de Barack Obama sobre el delfín de George Bush, John McCane, al que todos veían como el continuador de una política de terrorismo imperial cuya misión trascendental es someter a las naciones del mundo al modelo de vida norteamericano, incluidas su forma de Estado, de gobierno y hasta la cultura y la religión dominantes en esa poderosa nación, así tengan que correr ríos de sangre como en Irak y Afganistán. La victoria del candidato Obama fue vista por los hombres y mujeres de buena voluntad, como el rechazo del pueblo norteamericano a esa versión del “destino manifiesto” de su país, predestinado a rehacer el mundo a su imagen y semejanza y según la medida de sus intereses particulares. Y creo sinceramente que, quienes así pensaron, no se equivocaron. En medio de la tupida red de poderosísimos intereses que se agitan en su entorno; en medio de la infinidad de presiones de todo tipo que quieren llevarlo por el rumbo que a ellas conviene; cuidando cada paso para no caer en las trampas que todos los días se le tienden, “de buena fe”, sus consejeros ex oficio, el presidente Barack Obama ha sabido dar señales inequívocas de sus convicciones y de su auténtica posición en relación con los problemas más candentes de la agenda de su país y del mundo.
Por ejemplo, aunque nadie pareció registrarlo, lo cierto es que el mundo entero fue testigo del cese repentino de la matanza de palestinos en la Franja de Gaza y de la salida precipitada del ejército israelita de los territorios invadidos, precisamente en vísperas de la asunción de la presidencia de Norteamérica por Barack Obama. El hecho resultó más llamativo porque, justo unas horas antes, los jefes militares y políticos de Israel habían declarado, rotundamente, que no saldrían de Gaza hasta no conseguir de Hamas una rendición total y para siempre, debidamente firmada por sus jefes. ¿Quién logró el milagro de ese cambio repentino de opinión del soberbio y altanero mando judío? No hay duda de que fue Barack Obama. En relación con la terrible crisis económica que se abate sobre el mundo entero, destaco dos cosas. Primero, Obama es el único mandatario de un país poderoso con economía de mercado que, lejos de ocultar la gravedad de la situación, la ha comparado abiertamente con el famoso “crack del 29”, nunca superado hasta hoy según los especialistas; y es también el único que se ha atrevido a decir que no hay por qué esperar que todo se arreglará en cuestión de meses y con medidas leves y superficiales. Segundo, es el único poderoso que ha dejado ver claramente a los verdaderos culpables, los ambiciosos e irresponsables banqueros yanquis, y les ha echado en cara que, en medio de la crisis y con dinero público, se estén repartiendo alegremente jugosas recompensas como si las merecieran. Además, en la recién concluida cumbre de “los 20” (en la que México, por cierto, resultó más papista que el papa en su condena al proteccionismo), Obama habló de la urgente necesidad de una regulación más estricta y efectiva de quienes manejan el crédito y las economías del mundo. Por último, y tómese lo dicho sólo a título de ejemplo, acaba de ordenar el levantamiento de las restricciones a los cubanos residentes en Estados Unidos para visitar a sus familiares en la isla y para enviarles remesas. Además, autorizó a compañías norteamericanas de telefonía móvil y demás servicios de comunicación electrónica, a establecer convenios comerciales con los cubanos. Alguien dirá que esto beneficia a los tiburones de la era electrónica; sí, pero, ¿por qué no se hizo lo mismo antes de Obama?
Sin embargo, los partidarios del imperialismo con puño de hierro, los jilgueros y maquillistas del inmovilismo social y de la resignación de los pobres de la tierra para de aquí a la eternidad, no sólo fingen no ver los hechos que tan sucinta y malamente he enumerado, sino que, fingiendo lo que no son, “exigen” acciones espectaculares, medidas atronadoras “a favor de los pobres y de los países atrasados”. Por ejemplo, piden a gritos el levantamiento total del embargo a Cuba, la legalización rápida de todos los inmigrantes en territorio norteamericano, la salida inmediata de Irak y de Afganistán, la suspensión de la construcción del muro en la frontera con México y libre paso de todos los que la quieran cruzar, etc., etc. Y como el nuevo mandatario no hace eso, no los obedece y no se suicida políticamente, lo satirizan, lo descalifican y lo reprueban. El presidente Obama viene a México y los “progresistas” de a mentiritas, los reaccionarios agazapados tras un nacionalismo de petate, ya llevan avanzada su campaña para ponerle “alta la tranca”. Que si debe resolver el problema de la inmigración; que si debe comprometerse a combatir al narco de un modo mucho más efectivo y más a nuestro gusto; que si debe arreglar de un plumazo los problemas del TLC; que si se debe comprometer a frenar “de una vez por todas” el tráfico de armas a México; que si debe exponer su proyecto completo de cómo piensa regularizar el flujo de inmigrantes ilegales a su país; y etc., etc.
Todo esto es basura. Obama no vendrá, por supuesto, a ponerse de rodillas ante el gobierno mexicano ni a pedir perdón por todos los agravios que hemos sufrido (y seguimos sufriendo) a manos de los gobernantes de su país. No vendrá a arreglar nuestra economía; no vendrá a traernos riqueza súbita y gratuita ni a hacer la tarea que nosotros no hemos hecho. Los mexicanos no debemos esperar que Obama (ni ningún presidente norteamericano o del mundo entero), rompiendo una ley de la política tan inexorable como la ley de la gravedad en la naturaleza, nos dé, de puro bueno, un trato de potencia mundial, de país de primer mundo, cuando nuestra realidad económica y política está a muchos años luz de esa realidad. Si queremos respeto, trato justo y equilibrado, derechos para nuestros migrantes, una frontera digna y sin policías ni perros vigilándola, pongámonos a trabajar, pongámonos a construir el país que merezca esas altas pretensiones y reclamos, en vez de reclamarlas sólo de la bondad y la buena educación del distinguido visitante. Obama vendrá a defender los intereses de su nación y a ofrecernos, únicamente, aquello que la complicada situación en que tiene que moverse y actuar le permita, sin riesgo para su mandato y para su carrera política. No más.