22-11-2024 11:46:27 AM

Séptima cruzada santa

 

Es muy frecuente que la paremiología sea considerada popularmente casi como la Biblia, como un compendio de verdades inobjetables e imperecederas, de ahí que se dé como cierto el refrán que dice: “una mentira repetida mil veces adquiere carácter de verdad”. Y muchas veces aquellos que promueven su repetición, al oírla referida por otros labios, no sólo la creen sino que incluso se arrogan su paternidad.

 

Esto viene a cuento porque una de las formas como se ha tratado de combatir  y acotar al Movimiento Antorchista es a través de la propagación de mentiras, muchas de ellas no sólo perversas, sino absolutamente inverosímiles para cualquier gente que razone de buena fe; y si bien es cierto, al principio causaron cierto impacto y descontrol entre las masas necesitadas, que se asustaban con las terroríficas caracterizaciones de Antorcha, que los enemigos de la organización difundían en los medios, al paso del tiempo el método perdió efectividad y, actualmente, crea el efecto contrario entre las masas: en lugar de desconfiar de Antorcha, de aislarla como pretenden quienes reciclan esta desgastada estrategia, lo que ha provocado es que cada día acuda más gente a buscar apoyo, para resolver su añeja y manoseada problemática, convencidos de que Antorcha no es como la pintan y de que bien vale la pena organizarse en sus filas.

 

Pero esta reacción espontánea de simpatía de las masas por Antorcha provoca que los promotores del antiantorchismo visceral se radicalicen más y diversifiquen sus métodos y sus actores, para buscar los efectos máximos de su perversa política. Para tal propósito, son instrumentos ad hoc algunos “líderes”, como  Plácido Romero y el secretario  de la asociación ciudadana de Viveros del Valle; organizaciones “independientes”, como el Frente Cívico de Comerciantes de Texmelucan;  dirigentes sectoriales de un partido, como el asesor legal de los ejidatarios de San Juan Raboso (que en un sentada despelucó de 500 mil pesos a los ejidatarios, “para defenderlos de Antorcha”, ¿o no don Daniel?), pasando por algunos funcionarios y, aunque parezca inverosímil, hasta algunos representantes populares de partidos antagónicos. Todos se suman gustosamente a esta estrategia política.

 

Decía en la entrega pasada que, en las últimas semanas, se ha profundizado la pertinaz campaña mediática, poniendo las tintas en las invasiones, porque están buscando que los grandes propietarios y los fedatarios de las leyes se sumen a la condena a nuestra organización, que “amenaza la propiedad privada”, según afirman las versiones calumniosas de nuestros atacantes.  En esta condena hacia nuestra organización se han unido tirios y troyanos, y no nos espanta, ni nos extraña, puesto que los une la comunidad de intereses. Pero, es evidente que la condena no es justamente contra las acciones como tales, sino contra quien las lleva a cabo y a quienes benefician. Les indigna que Antorcha actúe en beneficio de las grandes masas de desprotegidos, que están ansiosos que alguien se ocupe de ellos. Les inquieta que atienda decididamente sus reclamos, que enarbole honesta y decididamente sus ansias de redención y que aglutine cada vez más adeptos y simpatías.

 

Por eso, al Movimiento Antorchista se le ve como el enemigo a vencer, por eso se nos calumnia diciendo que llegamos a posesionarnos ilegalmente de lotes. En cambio, se guarda silencio ante acciones comprobadas de fraude e invasión de algunos individuos, como las protagonizadas por Rosendo Carmona, Don Piñeiro, Don Margarito y Don Nicandro, quienes  se dice trabajan con y para una marca y están posesionados de grandes extensiones de tierra. Allí nadie dice nada, las autoridades y los “críticos” hacen mutis, y no sólo solapan las invasiones sino muchos actos delictivos que son del dominio público.

 

Igual ocurre con los “líderes ejidales” de San Juan Raboso, que no sólo se posesionaron de más de cien hectáreas, que han vendido, al igual que el ejido, en contra de los más de doscientos derechohabientes, y, por si fuera poco, han mantenido a raya, por la vía de la violencia y de las armas, a todo aquel que quiera inconformarse, amparados en las siglas de la CNC. De eso no se dice nada, nadie levanta la voz ni denuncia con virulencia, como lo han hecho contra Antorcha. ¿No será que para juzgar y sentenciar se utilizan varas diferentes y que se exige que se “ejerza  la ley en los bueyes de mi compadre”? A quienes, desde el poder estatal, buscan ponernos cotos para ejercer liderazgo, gestionar y resolver la problemática candente de los demandantes, e impedirnos que accedamos a territorios considerados patrimonio de algunos grupos satélites del poder, les decimos que estamos en nuestro absoluto derecho de organizar a la gente que requiera de nuestra organización y no vamos a desistir de ello, a pesar de todos los ríos de tinta y excremento que nos lanzan.

 

Si quieren acabar con Antorcha, les sugiero a quienes han emprendido la séptima Cruzada Santa en contra de los sacrílegos antorchistas, que no se desgasten mucho en esta “loable” acción, pues hay un camino más corto y efectivo para acabar con quien les quita el sueño: que pongan coto, ahí sí, a la creciente y denigrante pobreza (por cierto, La Jornada de Oriente informó que el 59 por ciento de los poblanos son pobres) y verán desaparecer su pesadilla, como por encanto. Lástima que no estén dispuestos a comprobarlo, pero en sus manos tienen  la solución.

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