16-04-2024 04:22:24 AM

Antorcha Campesina y la prensa poblana

 

Dirigente del antorchismo en la mixteca poblana

 

Siempre he creído que la objetividad para analizar cualquier acontecimiento, del tipo que sea, es un requisito indispensable para tratar de encontrar la verdad; por el contrario, la falta de este elemento mínimo de análisis llevará al analista en turno a la mentira, al engaño y a la calumnia, o a las tres cosas al mismo tiempo. Como también es fácil concluir, la falta de objetividad enrarece gravemente las relaciones sociales, provoca enorme malestar ciudadano, termina con el prestigio de individuos y organizaciones, y acaba con la credibilidad de los medios e instituciones.                                   

 

Esta es una de las poderosas razones por las cuales el ciudadano común desconfía enormemente de la mayoría de las noticias que escucha o lee en los medios  de comunicación. Algunos medios han hecho a un lado su papel de informadores y, por tanto, de forjadores de la conciencia nacional, para convertirse en arma para atacar y desprestigiar. Así me explico el enorme caos que estamos viviendo, así me explico que no encontremos coincidencias de fondo, en el análisis de la gravedad de la pobreza que vive nuestro país y seriedad en las medidas para atacar, en su raíz, a tan grave problema social.  

 

No encontramos un análisis objetivo sobre el papel del sindicalismo en México y, como consecuencia, del papel de sindicato magisterial en el rezago educativo que vive nuestro país y las medidas profundas que hay que tomar para abandonar, de una vez y para siempre, nuestra condición de cabús en el terreno científico y tecnológico a nivel mundial. Son garbanzos de a libra las denuncias sustentadas en investigaciones serias, con elementos comprobables, las que se encuentran en los medios informativos. En cambio, es común encontrar notas, cuyos títulos y contenidos son una verdadera burla. Son notas, columnas o reportajes que, velada o descaradamente, calumnian, ofenden, desprestigian y aniquilan a individuos u organizaciones, que hayan tenido la desgracia de ser motivo de sus fobias.                                                                   

Para muestra un botón: el pasado jueves l9 de marzo, apareció en un diario poblano la siguiente nota: “Podrían ser desalojados 400 paracaidistas del sur. En los días próximos podrían ser desalojadas 400 familias de terrenos que compraron al sur de esta ciudad y que fueron defraudados por especuladores inmobiliarios, quienes les vendieron 18 has. (…) Esperaban lograr una negociación con el dueño, sin embargo, al tener contacto con el mismo, éste determinó que no quería negociar por estar involucrada Antorcha Campesina.” 

                                                                          

Como puede apreciar cualquier lector desprejuiciado, la nota, sin lugar a dudas, culpa a Antorcha, con toda anticipación, del posible desalojo de los paracaidistas, usando como argumento un tergiversado razonamiento de los paracaidistas y, lo más grave, haciendo caso omiso de nuestras reiteradas declaraciones públicas, en el sentido de que como organización nada tenemos que ver ni con los colonos ni con los defraudadores, así como tampoco con el dueño.      

                                     

Está claro que si los desalojan, eso se deberá -como lo dicen los  propios colonos defraudados- a que no han pagado los terrenos a quien se ostenta legalmente como dueño y, es por tanto, el único motivo válido de su posible desalojo. La solución está en sus manos: paguen y punto. Quienes asesoran política y legalmente a los colonos defraudados cometen doble delito: les roban y los engañan; por consiguiente, ellos son  el problema, no Antorcha. Somos la única alternativa real para que no vuelvan a ser defraudados por especuladores inmobiliarios, cobijados por padrinos políticos poderosos, quienes hoy, una vez más, buscan manipularlos, para seguirlos explotando, haciendo aparecer a Antorcha Campesina como enemiga de los colonos pobres (cuando somos en realidad sus más fieles, firmes y desinteresados defensores). La prueba más objetiva de nuestro dicho son los 35 años de lucha contra la pobreza en México.

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