22-11-2024 05:41:15 AM

El festejo de Zeta

 

En un remoto lugar del territorio nacional ocurrió lo siguiente. Zeta el Ministro más importante del gobierno del Estado, por la cercanía que guarda con el que manda y el que dirige los destinos de ese estado , es un hombre generoso, amante de las fiestas opulentas, las mujeres bonitas y la bohemia, también amaba el dinero y por supuesto el poder, llevaba un estilo de vida muy extravagante.

Zeta un sujeto muy inteligente, muy hábil y muy leal, un gran colaborador para el Gobernador del estado, muy indispensable, muy correcto y muy silencioso de lo que ocurría en el palacio de gobierno, cuidaba hasta el más mínimo detalle para halagar al señor gobernador.

Siente que el gobernador le debe algo por los muchos años de trabajo constante y permanente a su lado y siempre siendo la sombra del que decidía los destinos de millones de personas.

Decidió organizar en su aniversario 40 una comida más espectacular y que nunca en la historia se haya visto, pero su objetivo real era que el gobernador, invitado de honor al comilón se diera cuenta de su fuerza política, de su gran poder de convocatoria y su gran sensibilidad social, para que en un futuro el que mande en el estado dispusiera enviar un mensaje para decir aquí está mi sucesor.

los más notables representantes de la política estatal, los periodistas más afamados, los directores de medios, la mayoría de los Presidentes municipales, incluyendo dos presidentes municipales de oposición que fueron a ponerse a los pies del poderoso señor secretario, diputados locales, diputados federales, senadores, ex gobernadores, ex presidentes del poder judicial, empresarios exitosos, constructores, la mayoría de los secretarios del señor gobernador, notarios públicos, corredores, presidentes municipales auxiliares, delegados políticos, maestros, alumnos, campesinos, amas de casa, estudiantes, era la fiesta del pueblo en honor de los 40 años del poderoso señor secretario, todos asistieron a su fiesta.

El inmueble en donde se realizó el evento resultó insuficiente, de los alrededores del lugar los automóviles congestionaban las entradas de los vecinos y la seguridad era impresionante.

la fiesta comenzó con una opulenta comida de carnitas, chicharrón, salsas, tortillas a mano y el tradicional tequila que nunca faltó en las mesas, se sirvieron unas salsas especiales nunca antes elaboradas en Puebla, un chicharrón que se deshacía en la boca, especialmente creado para la ocasión.

La comida fue acompañada por música compuesta por supuesto por mariachis y diversos grupos musicales, después de la comida, los invitados escucharon las palabras del gobernador del estado en donde hablaba de siembra y de cosecha y que ahora es el momento de cosechar.

El mensaje estaba en el aire.

El propósito se logró, se impresionó al que mandaba en el estado que llegó a emocionarse manifestando que él había sido invitado a un evento donde se esperaba menos personas de las que asistieron  y hacia énfasis en manifestar afuera se quedaron muchos con intenciones de entrar

Zeta acompañó personalmente al gobernador en toda la comida, saludando a amigos, compañeros, como a políticos de moda, o artistas y hasta una señora presidenta del municipio más importante, la fiesta duró hasta muy entrada la noche y todo mundo coincidió en que nunca antes había vivido en Puebla una celebración tan espectacular.

Pasaron algunas semanas después del evento  y el joven Zeta empezó a sospechar que caía en desgracia del que mandaba en el estado porque los acuerdos que se tenían diariamente fueron posponiéndose  indefinidamente.

El gobernador de ese estado era un hombre orgulloso y arrogante que deseaba ser siempre el centro de atención, no soportaba que nadie lo superase en opulencia y mucho menos ser opacado por un secretario, que aunque era su amigo no le iba a permitir esas actividades.

En la comida Zeta era saludado, era aplaudido, se escuchaban porras, se escuchaba un ánimo interesante y una esperanza para un futuro espectacular.

Zeta tuvo la intención de demostrar su lealtad y su devoción por el gobernador, esperaba que esa comida le permitiera tener el beneplácito del gobernador y demostrar su buen gusto sus relaciones y su popularidad, señalando lo indispensable que era el para el gobernador y probando ante este que sería un excelente sucesor

Pero en realidad sucedió todo lo contrario, cada nuevo saludo, cada nuevo abrazo, cada sonrisa de apreciación, cada porra, cada apapacho, dirigida a Zeta hicieron sentir al gobernador que sus propios amigos, trabajadores, cómplices y políticos de ocasión estaban más fascinados con el poderosos señor que con él. Y que Zeta hacia una indebida ostentación de su poder político y social.

En lugar de halagar al gobernador, la elaborada comida del aniversario de Zeta ofendió la vanidad personal del soberano.

Por supuesto el gobernador no iba a admitir semejante cosa, de modo que encontró, en cambio, una excusa conveniente para librarse del hombre, que sin darse cuenta lo había hecho sentirse inseguro.

Este es el destino que corre de una u otra forma, todos aquellos que desequilibran la autoestima de su amo, hieren su vanidad o le hacen dudar de su preeminencia.

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