El huracán financiero que provocó la quiebra de Lehman puso en alerta a varios países, por las medidas que deban adoptar, y lo mismo ocurre con los principales bancos, que ahora son globales, para evitar ser contagiados por lo que ocurre en Estados Unidos. Pero en México, el gobierno sigue en la posición de subestimar la situación mundial, que no pasada nada y, todavía afirma que creceremos casi el 3 por ciento.
A todos los países tomó por sorpresa lo ocurrido con poderosa firma estadounidense (158 años en operación). Lo que empezó como un problema de créditos de vivienda en EUA se ha tornado en un serio conflicto del sistema financiero internacional, hay quienes lo comparan con lo vivido en 1929, aunque algunos elementos de defensa y comportamiento de los mercados son diferentes.
Con todo, lo cierto es que está por definirse un nuevo modelo financiero a nivel internacional. Habrán de señalarse lineamientos más estrictos para vigilar los procesos de operación, limpiar los balances, que haya una verdadera transparencia en la información y en los mecanismos de operación; y por supuesto empezarán a darse fusiones o arreglos entre instituciones hasta hace unos días casi impensables o inaceptables por algunos.
Mientras el mundo sigue girando y avanzado, en México la posición es otra. Se piensa que estamos en un mundo aislado, cuando está más que involucrado. Se asegura que la economía es “lo bastante fuerte” como para superar cualquier problema de Estados Unidos. Sin embargo, se olvida la considerable dependencia que se tiene de la economía del país vecino, y aún más que la banca que opera en territorio nacional es extranjera y que, por consiguiente, dependerán de lo que hagan sus casas matrices para hacer frente a los problemas.
En Estados Unidos ya avizoran lo peor y que se prolongue el problema. Es decir, cuando un gigante como la aseguradora AIG empieza a tener problemas y demanda que la salven , las cosas no andan bien y las quiebras empiezan a extenderse a este tipo de financieros, y luego puede pasar las tarjetas de créditos, y la propia desconfianza de los cuentahabientes en los bancos.
La administración de Felipe Calderón, antes de que ocurriera el huracán Lehman, presentó el presupuesto para 2009, del que analistas y algunos legisladores calificaron, de entrada, inadecuado, empezando por el cálculo en el precio del petróleo superior a los 80 dólares, cuando todo apunta a que irá a la baja.
El presupuesto federal está pensado para un año con elecciones federales intermedias, privilegiando seguridad y sector social. Pero nada que se refiera a fortalecer el aparato productivo y mucho menos a reducir el gasto corriente.
Y, aún más todavía no se aplica el programa de infraestructura anunciado a principios de año, se habló de millones de pesos en inversión para apoyar la economía interna. Casi acaba el año y no hay nada en ese sentido. La industria de la construcción a nivel nacional está prácticamente parada y no se diga el resto de los sectores industriales que trabajan a la par de aquella.
Como lo señaló el vicepresidente del IMEF en Puebla, Armando Valerdi, el gobierno mexicano está en una posición “triunfalista”, reitera que el país crecerá en 3%, y que la inflación será controlada y puede ser menor al 6%.
Sin embargo, el nivel de empleo no mejora, el poder adquisitivo mantiene su caída, y los sectores productivos ya se preparan, ahora sí, para enfrentar una situación nada fácil por la reducción en sus exportaciones y con un mercado interno contraído, además.
Esperemos que cuando el gobierno se dé cuenta que no ha triunfado del todo, no sea demasiado tarde.
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