24-11-2024 05:49:40 PM

Moreno Conrado, encomendero de Ixtapaluca

Dirigente del Movimiento Antorchista Nacional

A primera vista, resulta inexplicable la guerra enconada, furiosa, que desatan los gobernantes (estatales y municipales) salidos de las filas del PRD, en contra de los antorchistas y de sus dirigentes, apenas se acercan tímidamente a sus oficinas con su modesto pliego de peticiones. Sólo aparentemente; porque bien visto el asunto, es claro que el motivo es el mismo que el de cualquier gobernante reaccionario y enemigo de las causas populares: no gastar ningún recurso en los pobres si puede emplearse para fines más acordes con el interés personal del funcionario; y no ayudar, ni por error, a quien pueda ser mañana un competidor en la lucha por el poder. La guerra a que me refiero es, en primer y último término, una guerra mediática.

En México, la libertad de expresión se enfrenta a dos problemas fundamentales que casi la vuelven puramente declarativa. El primero consiste en que la inmensa mayoría de los medios son una empresa comercial, un negocio, pues, hablando claramente, razón por la cual sus dueños, como cualquier otro inversionista, andan siempre a la caza de la máxima rentabilidad, aun a costa de la verdad si no queda otro remedio. El segundo, muy ligado al anterior, son los bajos salarios que pagan a su personal, situación que no se compagina de ningún modo con las bien conocidas aspiraciones de todo periodista que se respete a una vida lo más confortable y holgada que se pueda. Bajos salarios y aspiraciones personales elevadas, empujan a reporteros y columnistas a aprovechar cualquier oportunidad para mejorar sus ingresos, sin reparar demasiado en consideraciones éticas y morales (claro que es obligado excluir de esta caracterización a las consabidas honrosas excepciones, que, afortunadamente, nunca faltan). Por eso no hay político de cierto nivel, y con aspiraciones a futuro, que no destine sumas importantes del erario que maneja para gastos de propaganda, es decir, para garantizarse un buen número de reporteros y medios que publiquen lo que a su interés convenga.

Y los perredistas “empoderados” (según el neologismo que ellos mismos inventaron) no son la excepción. Volviendo al tema de hoy, en su guerra mediática,  mintiendo descaradamente, dicen que no dialogan con las “hordas” antorchistas porque no están obligados a tratar con organizaciones (lo cual es falso e ilegal) sino sólo con ciudadanos aislados; que, además, tampoco lo hacen porque se trata de una organización “chantajista”, “violenta”, “grupo de choque”, “brazo armado del PRI” para atacar y desbaratar a las “auténticas organizaciones de izquierda”. Que no resuelven sus peticiones porque la mayoría son “para beneficio de los líderes”, a los cuales acusan de “vividores”, de “explotadores que viven de las cuotas de sus afiliados”, de “gente que lucra con la pobreza y las necesidades de la gente”, de prometer vivienda o lote a quienes necesitan para mantenerlos atados a ellos; o para obligarlos a asistir a marchas, mítines y plantones “con la amenaza de que, de no obedecer, perderán su lote o su casa”. Finalmente, y sólo para no dejar tan incompleto este recuento de elogios perredistas, justifican la total negación de soluciones, la guerra mediática llena de suciedad y calumnias y la represión violenta de  manifestaciones públicas antorchistas, insultando a sus miembros por “borregos” que se dejan manipular por sus líderes; y a éstos, por no defender ninguna causa justa sino que sólo buscan “desestabilizar” al “señor presidente” o al “señor gobernador” perredista. Por  eso concluyen: el “señor presidente no cederá a chantajes” y, caso de que los inconformes insistan, les dejará caer “todo el peso de la ley”.

Pues esto es exactamente lo que están viviendo los antorchistas de Ixtapaluca, importante y muy poblado municipio del Oriente del Estado de México. Dos años llevan ya (los mismos que la administración del perredista Mario Moreno Conrado), encabezados por su valiente y digna representante, la Licenciada Maricela Serrano Hernández, pidiendo, rogando, exigiendo al soberbio munícipe que atienda y resuelva demandas tan esenciales como agua potable, drenaje, electrificación, guarniciones y banquetas, pavimento, vivienda, aulas dignas para niños y jóvenes, etc., etc., ¡y, absolutamente nada resuelve el “señor presidente”! Ciertamente que ante tanta soberbia y prepotencia, los desesperados y ninguneados ixtapaluquenses han tenido que salir a la calle a gritar su inconformidad y su protesta (¡¿qué otro recurso le queda al pueblo humilde para castigar el agravio que le hacen quienes viven de su sudor y de sus impuestos?!). El último evento de este tipo, que convocó a más de diez mil personas, se llevó a cabo el martes 17 de junio. Pero, además de repetir todas las maniobras intimidatorias y represivas de los eventos anteriores, esta vez hubo una sorpresa: la policía estaba pertrechada con perros de presa, entrenados para saltar al cuello de su víctima a la voz del amo.

En las clases de Historia Patria que recibí en la primaria, me enseñaron que en tiempos del coloniaje español, cuando algún esclavo “propiedad” de un hacendado o “encomendero” cometía alguna falta grave o intentaba escapar de sus amos, lo castigaban con el “aperreamiento”, es decir, echándole encima mastines hambrientos que lo destrozaban hasta matarlo. Todavía recuerdo el espanto que eso me causaba. Pues resulta que ese “piadoso” invento hoy vuelve a ponerse en circulación gracias al “encomendero”  Mario Moreno Conrado, cacique perredista de Ixtapaluca. Pero como se equivocaron los españoles, se equivoca hoy el verdugo. Pase lo que pase, los antorchistas volverán a salir a la calle hasta obtener soluciones justas a sus necesidades. Y no los van a detener los mastines de Moreno Conrado. Ya preparan una nueva manifestación, esta vez en número de veinte mil almas, que se llevará a cabo el día 27 de julio. A ver si se hartan de carne proletaria los mastines del “señor de Ixtapaluca”.

 

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