PRIMERA PARTE
El reportero participó en el III coloquio “Entremedios”.
Compartió mesa de análisis sobre los columnistas con los periodistas Rodolfo Ruiz (e-consulta); Arturo Luna (El Heraldo de Puebla); y Jorge Rodríguez (El Sol de Puebla).
Se expone a continuación la visión este género periodístico:
¿Cuántos medios impresos o digitales lee uno al día en busca de los llamados columnistas, sin importar muchas veces las noticias más relevantes del día?.
La respuesta a tal interrogante es simple: Todos.
Y es que la columna se colocó en el epicentro de la información real.
Lo que el medio oculta, lo descubre el columnista.
De tiempo atrás está claro que en materia de comunicación el mensaje es el mensajero.
Resulta relevante lo que dice el columnista, muchas veces agazapado en la política editorial del dueño de un medio incapaz de contar una historia de hechos por temor a perder privilegios o canonjías con el poder.
El periodista se convierte involuntariamente en el correo del zar o en el plomero que destapa las tuberías de la relación prensa-poder.
Aparece la crisis en la medida en que los intereses del dueño y columnista del medio se contraponen.
Hay columnistas que visten a los medios, pero también hay espacios informativos donde el periodista sin ese lugar de expresión pierde su esencia.
Y quizá en el ánimo de hallar contrapesos los dueños de los medios de comunicación encontraron una fórmula para ellos infalible en aras de mantener esos espacios de expresión que su política editorial limita por los intereses creados: Convertir a reporteros en columnistas.
Tal decisión representa un asesinato con alevosía, premeditación y ventaja, pues excelentes reporteros terminan en pésimos columnistas.
Quedan a merced de políticos que por favores de diversos tipos utilizan -en complicidad con los dueños de los medios de comunicación- las columnas para construir proyectos electorales.
¿Y la nota del día, reportaje y crónica?, bien gracias.
En Puebla, está claro que incluso ocurren actos de barbarie periodística, como la creación de columnas políticas con pseudónimos, donde filias y fobias se exponen sin mayor recato a la opinión pública.
El periodismo poblano es muy “especial”, por llamarlo de alguna forma.
Desde la uniformidad de columnas, incluso con palabras y encabezados similares, hasta la descalificación de quien osó a través de otro espacio criticar o censurar actos de determinados políticos.
De la “A” a la “Z” se pueden enumerar ejemplos de lo que uno halla al momento de leer un diario impreso o prender la computadora para revisar el digital.
Frente a esta problemática está claro que algo tenemos que hacer ya.
Y es que las universidades tampoco aportan mucho al tema de la comunicación. En las aulas, basta con repasar las noticias que presentó la noche anterior en televisión López Dóriga o recetarles un libro sobre el deber ser del periodismo.
Entonces, Los jóvenes salen con la visión de Pinky y Cerebro, aquellos personajes de caricatura de la Warner Bros para conquistar con el deber ser una realidad que rebasa a todos.
Las mujeres ya no piensan en convertirse en las Lolitas Ayala, sino en las Lydias Cacho. Los jóvenes creen que saldrán de las universidad para decir netas periodísticas. Sin embargo, cuando se les pide una nota la confunden con artículo de opinión o están a la espera de la orden para escribir su primera columna.
Lo que ha pasado es que en los medios de comunicación del país, pero particularmente en Puebla, hay más políticos que periodistas.
Por eso, esfuerzos de reporteros de siempre por construir medios de comunicación resultan más que alentadores porque se demuestra una vez que en la vida lo más importante no es cambiar de amo, sino dejar de ser perros.
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