En el siglo XIX, México como Nación independiente sufrió lo que un pueblo no merece. La confrontación verbal derivada de intereses legítimos unos y otros no tanto, llevó a la polarización entre centralistas y federalistas y luego entre conservadores y liberales al pueblo de México, con las consecuencias de un rezago de casi un siglo en el concierto internacional, generando además de pobreza, ignorancia y la pérdida de más de la mitad del territorio nacional.
Soy por esencia un hombre positivo y por ello pienso y gusto de transmitir a los demás ideas que mejoren la situación social e institucional. No creo y lo digo firmemente que la discusión de los problemas que México tiene como Nación se puedan resolver con planteamientos o posiciones radicales. Con tristeza recuerdo ese siglo tan difícil para nuestro país y quiero con base en la experiencia histórica insistir en que la modernización del país es una tarea de todos y con los cambios de la humanidad, es un trabajo permanente.
Por ello es que observo con cierta preocupación que el debate de las ideas debe mantenerse siempre en los causes del respeto y la razón, por lo que invito a todos a una reflexión serena que nos lleve a tomar los acuerdos indispensables para fortalecer y manejar los procesos de cambio desde una visión de equilibrio en donde no exista triunfador ni vencido. Para lo anterior es menester recordar que nuestras diferencias de opinión o de ideología no deben ser nunca barreras infranqueables que impidan la construcción de esos acuerdos que debemos llevar a la vida institucional y ante ello es indispensable indicar que esos consensos desde el ámbito constitucional, legal y organizacional obligan a todos a colaborar y no ha obstruir o descalificar, pues ante todo debemos esforzarnos por escuchar con paciencia a todo aquel que quiera opinar sobre los temas que están en la mesa de discusión.
La concordia esta definida en el diccionario como conformidad, unión; también como ajuste o convenio entre personas que contienden o litigan, idea perfectamente clara que nos permite entender que ante dos posiciones o más distintas hay siempre posibilidad de encontrar un punto medio, construir con paciencia e inteligencia acuerdos que permiten en un momento dado, superar una etapa de confrontación derivada de factores diferentes o contradictorios. En el fondo debemos imaginar uno o varios métodos que nos permitan desarrollar mecanismos de análisis y reflexión sobre todos aquellos asuntos que nos interesen para manteniéndonos unidos como nación, hagan posible el debate razonado de todos y cada unos de los problemas que debemos afrontar con responsabilidad.
No niego la existencia de dos planos actuales como son los congresos, el de la unión y los de los estados, como espacios institucionalmente establecidos para el debate de los problemas y los proyectos de solución legislativa que nuestros representantes populares pueden y deben hacer a favor de los altos intereses del país en un mundo de constantes transformaciones. Reconozco y manifiesto públicamente mi respeto a la función legislativa, admitiendo que la vida contemporánea permite otros espacios de discusión como los medios de comunicación, las academias y hasta las mesas de café. Se aprecia en este momento un ambiente hostil sin que exista razón suficiente para esta situación.
El derecho fundamental de libre pensamiento y de la expresión de las ideas tiene límites de orden lógico, de conocimiento y de ética, pues no debo opinar sobre asuntos que no conozco ya que es posible que emita una serie de disparates y no la idea adecuada a la materia o al problema que se pretenda analizar o resolver. Si hay intereses en mi postura, debo honestamente evitar que cuestiones de índole personal interfieran en valores de mayor alcance como es el interés nacional.
Para México como Nación le es urgente resolver problemas como la ignorancia absoluta o funcional que millones de mexicanos sufren, como la pobreza inadmisible, como la imposibilidad de escalar socialmente por factores de exclusión, la inseguridad y en general la falta de oportunidades para jóvenes y adultos mayores. Todos estos factores independientemente que atacan la dignidad del ser humano, eje de toda ideología, nos restan competitividad en el concierto internacional y al no avanzar en la solución de estos problemas no podemos ofrecerle al mundo lo mejor de todos y cada uno de los mexicanos que no puede ser otra cosa que su trabajo digno, bien hecho y bien remunerado. De lo anterior depende la estabilidad política y social y eso se puede arreglar si los actores reales que influyen en los procesos políticos son capaces de sentarse a dialogar y buscar puntos de acuerdo, zonas de equilibrio.
Es un proceso muy complejo pero en México hemos avanzado a pesar de nuestros problemas y diferencias, el punto es recordar que no siempre ha sido en forma inteligente y sobre todo pacífica. También podemos y es válido acudir a las experiencias recientes de Naciones que están logrando abandonar el subdesarrollo como la India y China, a pesar de tener situaciones tan o más graves que las nuestras.
La mundialización de todos los procesos sociales obliga a los países a tener sociedades, empresas, instituciones e individuos capaces para competir con eficiencia, eficacia y calidad en estos procesos de intercambio de bienes, recursos financieros, servicios y personas que parece no detenerse ya en el futuro de la humanidad y ante esta realidad del contexto internacional solo hay una alternativa: o nos subimos al tren de la modernización o nos quedamos observando pasivamente el desarrollo del proceso.
Excluirnos voluntariamente de la globalización puede ser para algunos pensadores políticos o académicos la solución adecuada, sin embargo los problemas que hoy tenemos son de tal magnitud que solo produciríamos mayor pobreza y confrontación, en consecuencia es muy importante reconocer la realidad imperante y actuar dentro de ella y no contra ella. Hoy la tecnología no es únicamente el viejo concepto del conjunto de conocimientos propios de un oficio o un arte, tampoco son tratados de términos técnicos es más bien un conjunto de instrumentos y procedimientos de organización social para producir más y mejor, lo que permite que las personas y la sociedad en su conjunto tengan un mejor nivel de vida, por lo cual debemos reconocer que la defensa de la nación no se encuentra únicamente en la defensa de los recursos naturales sino más bien en la defensa de las personas por lo que las discusiones deben centrarse en el mejoramiento de los procesos, cualesquiera que estos sean para que las personas vivamos mejor y en ello radica el equilibrio que debe buscarse en toda reforma constitucional, en todo proceso productivo, en toda adecuación institucional. Del éxito de esto depende el presente complejo y el futuro incierto que estamos permitiendo en perjuicio de los que vivimos y de los que vendrán en las futuras generaciones.