¿Qué el PAN poblano va a cambiar?
¿Que por fin, con la llegada de una nueva dirigencia nacional, en teoría, enemiga del grupo ultraconservador que mantiene el control del partido llegaá también la tan ansiada democracia interna?
Pues no, todo parece indicar que es mentira que los aires de gradual apertura que se respiran en el Comité Ejecutivo Nacional panista lleguen a soplar en Puebla.
No es cierto que las instancias del partido se hayan “sensibilizado” a las demandas de un grupo importante de militantes simpatizantes y estén dispuestas a permitir una renovación de actitudes, conductas y liderazgos.
Hoy más que nunca, los más duros de los duros son la voz cantante al interior de Acción Nacional.
La forma en la cual se está operando el próximo proceso de renovación de la dirigencia municipal, aquí en la capital, es el ejemplo más claro de lo anterior.
Aquí ya hubo humo blanco.
Los mandamases yunquistas decidieron que el elegido será el más joven de la dinastía Arrubarrena, que tantos momentos de gloria le ha dado por décadas a la ultraderecha poblana.
Una vez echada la suerte, será tan sólo cuestión de legitimar la elección de Bernardo.
Y para eso se las pintan solos.
Y es que patiños hay de sobra al interior de Acción Nacional.
Curiosamente son los que hoy intentan venderse mediáticamente no sólo como los opositores de El Yunque, sino como los grandes reformadores del partido.
En realidad no son nada de lo anterior.
Y aquí caben los Díaz Caneja, los Grajales Espina, los Ramírez y Jiménez, que no están peleados, ni mucho menos, con los altos jerarcas de “la organización”, sino que les hacen el caldo gordo por así convenir a sus intereses políticos.
Es tan falsa la apertura del PAN poblano que se adelantó la renuncia de Jorge Ehlinger a la presidencia del Comité Municipal para dejar listo el enroque en el mes de abril y evitar que los cambios estatutarios que permiten un rol más activo de los adherentes pudieran dificultar la imposición.
Esa es la democracia panista.
Puebla demostrará, una vez más, que es un bastión fuerte del radicalismo blanquiazul y un hueso más que duro de roer para la dirigencia nacional, en caso de que sea auténtica su intentona de transformación.
Nuevamente la filosofía de imponer dirigentes y candidatos pero mantener canonjías y privilegios se mantendrá a sangre y fuego, aunque le hayan costado al partido ridículos electorales como el de noviembre pasado.
LA VERGONZOSA SIMULACIÓN DEMOCRÁTICA
El PRD demostró nuevamente que no es, ni siquiera, un partido político auténtico.
Quien intente ostentarse como tal debe de mostrar por lo menos un mínimo respeto a lo que marcan sus estatutos y los perredistas no lo han hecho con el proceso de renovación de sus dirigencias.
Las trampas, la simulación, las irregularidades, nos enseñan que el mal llamado partido de la izquierda nacional no es más que un conjunto de tribus agrupadas alrededor de un caudillo en turno, que se mueven únicamente bajo la lógica del beneficio particular.
Eso no es un partido.
Mucho menos uno de izquierda en donde el respeto irrestricto a las libertades de los demás debe de de ser su reivindicación principal.
Las urnas embarazadas, los conteos alterados y la compra de votos no pueden ser, bajo ninguna circunstancia, prácticas aceptadas en un partido que se precia de llevar la “democracia” en su propio nombre.
La lucha de caudillos que protagonizan Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas por el control del PRD, causa principal de las diferencias perredistas, tendrá consecuencias fatales en términos de credibilidad, imagen y confianza para la que, a sangre y fuego se convirtió en la segunda fuerza política nacional.
Qué lástima.
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