Tres años realmente oscuros se vivieron en el segundo municipio más importante del estado.
En Tehuacan, la represión, los abusos, la ineficiencia y la corrupción son el legado que deja Francisco Javier Díaz Fernández, un “pollo” que al final resultó ser todo un pájaro de cuenta.
Tal vez el recuerdo más claro y contundente de lo que fue el recién terminado trienio en ese municipio se encuentre en aquel video en donde elementos de la policía municipal, por órdenes expresas y precisas de Díaz Fernández, detuvieron una camioneta de priistas que intentaban emitir su voto aquel 11 de noviembre para golpearlos salvajemente y llevarlos detenidos a punta de pistola.
Las imágenes no tienen desperdicio.
A pesar de las presiones oficiales para que los hechos no se dieran a conocer, un testigo grabó el abuso de autoridad y todo el mundo conoció así la verdadera cara del gobierno de Díaz Fernández.
Con todo y la contundencia de las imágenes, El Pollo defendió el actuar de sus orangutanes e inventó toda una gama de justificaciones inverosímiles para que él y sus secuaces evadieran su responsabilidad legal y moral en el asunto.
Al final, nada pasó, sólo la indignación, la condena social y un rosario de recomendaciones por parte de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, las cuales en términos reales no sirven para un carajo.
En otra ocasión, un grupo de delincuentes terminó con la vida de uno de sus uniformados “consentidos”, lo que trastornó al presidente al grado de que, en un impresionante operativo realizado un 5 de mayo, fueron detenidas siete personas, todas ellas inocentes, a las que se les golpeóy privó ilegalmente de su libertad.
Versiones de los propios detenidos aseguraban en su momento que el entonces contralor Andrés Margarito García Robles de ofrecerles fuertes cantidades de dinero a cambio de su silencio.
A pesar de fungir como su brazo represor, El Pollo también toleró y fomentó que se cometieran abusos en contra de policías municipales de Tehuacán.
Durante toda su administración se registraron señalamientos anónimos- por temor a represalias- de intimidación, castigos y correctivos excesivos y tráfico de influencias en contra de uniformados.
Las denuncias involucraban invariablemente al comandante Margarito Santiago y al regidor de gobernación Renato Osorio, aquel que se volvió famoso después de que su esposa, ante las cámaras de televisión, relató cómo fue víctima de maltratos físicos y del robo de su propio hijo por parte de su cónyuge.
Un juez falló en contra de la madre del menor, por lo que Osorio se vio obligado a devolver al niño y pagar la manutención correspondiente.
La mano blanda que tuvo Díaz Fernández con los policías represores se convirtió en puño de hierro para con los elementos comprometidos con su trabajo.
En julio pasado un policía resultó herido de bala en el cumplimiento de su deber.
La bala se incrustó en un lugar muy riesgoso para su extracción por lo que los doctores decidieron dejarla en el cuerpo.
El uniformado, lejos de haber sido retirado de la actividad e indemnizado conforme a derecho, a la fecha es obligado a seguir laborando, lo cual lo tiene en un estado grave de salud.
Ni siquiera le pagan ya los gastos médicos.
Esto es tan sólo una parte de los vergonzosos saldos que arroja el gobierno de Francisco Javier Díaz Fernández al término de su administración.
Pero hay más, mucho más.
Mañana, la obra pública.
No se la vaya a perder.
¿QUÉ LES DUELE?
Vaya que se pusieron nerviosos “los de siempre”, después de que Blanca Alcalá decidió nombrar a Guillermo Hidalgo como Secretario de Seguridad Pública municipal.
Los ataques y las descalificaciones no se hicieron esperar.
Todos sabemos de parte de quién y por lo mismo, sus razones.
Su peor preocupación es que relamente se logre una limpia de fondo al interior de la corporación.
Y es que la mafia que por años ha manejado las corporaciones policíacas en esta ciudad tiene miedo de perder el control del gran negocio que significa tolerar y fomentar la operación de grupos delincuenciales.
Así como lo lee.
Lo han hecho así y pretendían que su reino no tuviera fin.
Ahora que sus intereses están en peligro lloran cual magdalenas prediciendo escenarios catastróficos para la ciudad.
Yo me pregunto:
¿Nos puede ir peor de cómo nos ha ido en este rubro?
¿Por qué negar el beneficio de la duda que tanto exigían cuando estaban en el cargo?
¿Cómo pedir de entrada lo que ellos no fueron capaces de lograr cuando tenían la responsabilidad?
Hidalgo tendrá que estar a la altura de su responsabilidad y demostrar con hechos que Blanca no se equivocó al nombrarlo.
Si no lo logra, será como los de antes.
Insisto, no nos puede ir peor.
latempestad@statuspuebla.com.mx