Es clásico que en las escuelas, previo al examen los maestros digan a sus alumnos: “lo que no te aprendiste durante el curso no lo aprenderás en una sola noche”. Y algo parecido se les puede señalar a los empresarios de la industria textil y del vestido, y de paso al gobierno federal respecto a enfrentar la competencia desigual con los chinos, al vencer ayer el plazo para aplicar aranceles elevados a productos asiáticos.
Dejaron pasar cinco años, se concentraron en aplicar aranceles superiores al 1 mil por ciento a artículos procedentes de China, en el caso de textiles había productos que cubrían una cuota compensatoria de hasta el 500 por ciento. Pero, poco o nada hicieron por invertir en tecnología y diseño.
En México, desde que entró el vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1994 y se negoció la famosa regla de origen, los empresarios del textil y del vestido consideraron haber hecho el mejor negocio de su vida, con todas las ventajas económico-comerciales, y según ellos con el tiempo para modernizar al sector.
Los años pasaron y la realidad los rebasó. Luego, el nuevo milenio y con él la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC). En 2002, México y varios países, como Estados Unidos y los europeos obtuvieron del organismo internacional la anuencia para aplicar elevadísimos aranceles contra productos chinos, con la mira de proteger sus respectivos mercados y obligar, a su vez, al gigante asiático a eliminar todo tipo de subsidio a fabricantes y exportadores.
La industria textil china creció, inversiones nacionales y extranjeras favorecieron el desarrollo tecnológico, y poco hizo China por eliminar todo tipo de apoyo a sus fabricantes -que en algunos casos conforme a la ley también gozan los inversionistas extranjeros-. Hizo ciertos ajustes, ya no hay tantos beneficios como hace una década, y al mismo tiempo ha encontrado ciertos nichos para competir, con prendas específicas y de ciertos materiales.
En México, por una parte el desinterés del gobierno federal por aplicar una efectiva política industrial; por otra, el sector industrial volcado a atender únicamente el mercado estadounidense, y la falta de inversión y desarrollo, ha dado lugar a que el mercado interno ahora sea atendido por todo tipo de marcas y productos extranjeros, principalmente procedentes de Asia y donde destaca China.
Y ayer, 11 de diciembre, que venció el plazo de 5 años fijado por la OMC para dar tiempo a las partes en conflicto para ajustar sus sistemas de producción y comercialización, los mexicanos pretenden manejar los mismos argumentos de inicios de esta década para seguir aplicando aranceles.
Desde hace casi un año los industriales mexicanos dicen que hicieron cabildeo ante la OMC, con poco o nada de apoyo del gobierno. Y no fue sino hasta la semana pasada que mediante un decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación, se da un plazo de 18 meses más para seguir aplicando aranceles a productos chinos y convencer a la OMC de que acepte la posición de México.
Por supuesto que China no se quedará nomás mirando. Puede argumentar y de manera más contundente los cambios que ha aplicado en estos años para ajustarse a las normas que rigen el comercio mundial e incluso recurrir al amparo. Si el gigante asiático consigue esta protección temporal de la OMC, será peor el remedio que la enfermedad para los mexicanos.
Es cierto, hay competencia desleal, la industria nacional está dañada. Pero también es cierto que los empresarios del sector no trabajaron como equipo para fomentar el desarrollo de tecnología textil, con diseño, telas y nuevos productos.
¿18 meses serán suficientes para frenar -no tanto revertir- la situación negativa que enfrenta el sector? ¿En 18 meses harán lo que no hicieron en 60 meses?
Por eso a los textileros se les aplica el dicho de los maestros “lo que no te aprendiste durante el curso no lo aprenderás en una sola noche”.
Por cierto, ayer martes Estados Unidos firmó un acuerdo con China para incrementar las salvaguardas de los productos chinos y permitir las importaciones estadounidenses en las ciudades chinas de mediano tamaño, medida que tiene como fin apaciguar a los detractores del abultado superávit de la nación asiático, que es de 233 mil millones de dólares
Ya lo dijo el secretario de Comercio estadounidense Carlos Gutiérrez:”la solución está en el aumento de las exportaciones de Estados Unidos en lugar de limitar las importaciones de China”.