Por Valentín Varillas
Y sí, el dinosaurio sigue aquí.
Al término de la jornada electoral del estado de México, más triunfal y optimista que nunca.
Al momento de escribir estas líneas, el Instituto Electoral del Estado de México acababa de dar a conocer los resultados de su conteo rápido estadístico, reflejando una ventaja de 2% del priista Alfredo Del Mazo sobre la candidata de Morena, Delfina Gómez.
Sin ser este un resultado definitivo y a reserva de que los datos oficiales lo confirmen, el desarrollo de la jornada electoral en la entidad que más votos aporta al padrón nacional, nos muestra la cabal salud de la que gozan, en pleno siglo XXI, aquellas anquilosadas prácticas que hasta la fecha tienen un peso específico importante en la definición de ganadores y perdedores.
El mensaje es claro: quien tiene el poder y el dinero, puede ganar donde sea y como sea.
Sobran ya las líneas dedicadas a denunciar una elección de estado.
Sin embargo, como nunca resultó evidente el desvío de recursos públicos para fines electorales, la intervención de manos ajenas en el desarrollo del proceso, las acciones encaminadas a inhibir la participación ciudadano y un larguísimo etcétera que incluye la masiva y sospechosa sustitución de miles de representantes de casilla.
Todo, con la artera complicidad de las autoridades electorales: el famoso árbitro de la contienda.
La maquinaria, ahora sí, funcionó con la precisión de un reloj suizo.
A diferencia de otros casos, como Puebla, no existieron pactos perversos, sospechosos amarres, mucho menos traiciones y deslealtades.
Aquí sí se jugaron los intereses del presidente y eso, en la simbología e ideología priistas, pesa y pesa mucho.
Muchos, incalculables recursos -económicos y humanos- han sido destinados por el grupo en el poder para intentar mantener el control político de su tierra, un estado que bajo su histórica tutela, se ha caracterizado por aumentos exponenciales de pobreza, marginación e inseguridad.
Todo parece indicar que, bajo su lógica, la posible victoria en el Estado de México es la verdadera joya de la corona.
Ante la aparente imposibilidad de mantener en sus manos la presidencia de la República, con un titular del ejecutivo con el nivel de popularidad que puede caer por debajo de los dos dígitos al momento de la elección, el pacto puede ser la única salida para Peña y su círculo cercano.
De ahí la importancia de que uno de los suyos, Del Mazo, tenga la oportunidad de hacerse del control político de su estado, de los miles de millones del presupuesto y la llave que le abre la posibilidad de seguir realizando rentables negocios al amparo del poder.
Nada mal como premio de consolación, después de que el regreso del PRI a Los Pinos ha sido catastrófico.
De darse la victoria del PRI, habrá un empoderamiento del presidente y podrá alterarse la lógica de los amarres y acuerdos a signar para el año próximo, a pesar de que la votación tricolor cayó a menos de la mitad.
Otro demoledor referéndum para él.
Pero por lo pronto, el cuento más corto de la historia, el del gran Monterroso, se ha convertido en una larga y fatal sentencia para la política mexicana.
Hasta la fecha.