Por Valentín Varillas
No, no son solamente Padrés, los Duarte y Borge.
Pocos, muy pocos se salvan.
Expedientes contundentes existen con información certera que involucra a gobernadores y ex mandatarios en la comisión de diversos ilícitos.
Muchos y muy fuertes.
Un auténtico desfile de la infamia.
Cada uno de ellos requirió para su elaboración, intensos años de trabajo de inteligencia, oficial y clandestina.
Poco a poco y sin prisas, se fueron nutriendo de datos que involucran nombres, empresas, operaciones, pactos inconfesables y ligas perversas.
Cada uno, también, se utilizará sin miramientos para los fines que a los interesados convenga.
Algunos abonarán a los intereses electorales del actual grupo en el poder.
Otros, resultarán para ellos demoledores.
Se detonarán, bajo esta lógica, movimientos y ajustes en apariencia inentendibles.
En ese contexto, veremos amarres, pactos, negociaciones y guillotinas.
Habrá quienes no tendrán más remedio que meterle el pecho a las balas.
También quienes utilicen a los siempre serviles chivos expiatorios, en aras de salvar su pellejo.
No en todos los casos habrá escándalos mediáticos.
Únicamente en donde la rentabilidad del show así lo amerite y en donde la consabida saña abone al escarnio popular.
La estrategia será la última carta de algunos y la primera a jugar de otros, en la redefinición de reglas del juego político, a punto de entrar a la recta final del sexenio.
Juran que se pondrá bueno.
La mierda –la que se hará pública y la que se mantendrá en privado-, volará, como impulsada por un ventilador.
Se impondrá, así, un escenario de auténtico caos en donde quien mayor y más certera información tenga saldrá en menor medida afectado.
El bombardeo sistemático del imaginario colectivo de los votantes potenciales a través de la guerra sucia y el escándalo, aunado a las amenazas a actores políticos y sociales de importancia, serán dos elementos fundamentales que normarán el sentido del voto de millones de electores potenciales que definirán al próximo presidente de este país.
¿Voto libre?
¿Espontáneo?
Más bien, manipulación perversa.
