Por: Jesús Manuel Hernández
Hubo tiempos en que el avilacamachismo era una especie de doctrina, era más que un grupo o una corriente de opinión, ahí se forjó una buena parte de la oligarquía que ha perdurado en Puebla.
Hubo tiempos en que los presidentes enviaban a sus compadres y amigos a gobernar esta tierra donde todo mundo obedecía. También hubo otros tiempos donde los grupos regionales adquirieron fuerza a través de los cacicazgos. William Jenkins y Manuel Espinosa Yglesias marcaron la pauta en el orden económico como Antonio J. Hernández, Amador Hernández, Blas Chumacero, Eleazar Camarillo, Constantino Sánchez, entre otros, hicieron lo propio con los sectores obrero y campesino.
Hubo tiempos donde el poder de los políticos de la Sierra Norte se agrupó en el llamado “Huachipower” en referencia a que muchos de sus integrantes habían nacido en el distrito de Huauchinango. Uno de ellos logró ser gobernador y de ahí se impulsó a otros, como Mariano Piña, protegido doble del jimenismo, el de Guillermo y el de don Alberto. Fue en su sexenio donde más fuerza adquirió Antorcha Campesina y Aquiles Córdova su líder.
Beneficiado de esos poderes fue Melquíades Morales Flores, el primer político local en enfrentar el entorno nacional. Su antecesor Manuel Bartlett no hizo o no quiso o no pudo hacer grupo.
Mario Marín, de triste memoria, pretendió igualar al avilacamachismo, quiso borrar al jimenismo y al “huachipower” y le salió el tiro por la culta al pretender formar una “nueva generación” de políticos, acción frustrada por varias razones, la cerrazón y la soberbia de la burbuja, entre otras.
El morenovallismo se ha asentado durante cinco años intentando lo mismo que hizo Marín, lo mismo que pensó y logró por un buen tiempo Jiménez Morales, basado en la importación de activos políticos que se han asentado en Puebla, y le toca ahora acudir a la histórica transición para entregar el poder a un gobernador electo sin antecedentes reales de grupo político local.
Y eso puede resultar peligroso, porque en esta tierra de caciques pocos soportan la intromisión por tanto tiempo de un jefe político.
Pareciera que los oaxaqueños han encontrado asiento en su peregrinar entre la Ciudad de México y la tierra del quesillo y el mezcal. Antes se detenían para entrar al baño, cargar gasolina, a veces comer, visitar alguna novia o hacer negocios, ahora se detienen a hacer política.
Pero en este sexenio, el “Oaxacapower” está alumbrando escenas del túnel del próximo gobierno. La especulación de algunos periodistas sobre la integración del gabinete de Gali Fayad para los dos años de su gobierno, basada en la inamovible posición de Diódoro Carrasco más que buenos augurios, parece una sentencia que cerrará el paso a la frustrada clase política poblana, si es que aún queda alguien en ella.
En fin, esta tierra antes era conservadora, juarista, de Zaragoza, revolucionaria y demás hierbas; la clase política era liberal, conservadora o de izquierda. Hasta el anarquismo tubo cabida.
Pero hoy día, el gobernador era del PRI y se cambió al PAN porque no lo hicieron candidato, el secretario de gobierno, era del PRI y se cambió al PAN, el senador Maldonado, no es de Puebla, era del PRI, se cambió a Convergencia, y ahora quiere quedarse con el PRD; los panistas de antes ahora son de corrientes independientes; los comunistas de antes se pasaron al PRI, la universidad era crítica y democrática, ahora es oficiosa.
No cabe duda, la nueva clase política es de chapulines, saltan a donde haya comida, donde les pegue el sol, donde no los mate el frío.
Pero qué se puede esperar si ahí está el ejemplo de José Juan Espinosa, antes verde, luego naranja y ahora morado, tiene tantas camisetas como colores el arcoíris.
O por lo menos así me lo parece.