Por Alejandro Mondragón
Los días de Tony Gali como carta del morenovallismo para la minigubernatura en el 2016 pueden estar contados.
Seamos objetivos: todo lo que se construyó para que él fuera y nadie más quien continuara la mentada transformación del grupo ya no existe, porque el cimiento de su andamiaje electoral era única y exclusivamente la alianza partidista de Acción Nacional con el PRD y las rémoras locales.
Le apostaron todo a la coalición. Tanto que hoy los morenovallistas siguen noqueados por la ruptura de la alianza.
No se la esperaban.
Han pasado horas de la exhibida nacional que le dio la dirigencia del PRD al presidenciable Moreno Valle, sin que haya una reacción puntual ante lo que podría ser el peor año del sexenio.
Por la alianza –que ya no existe- se eligió a Tony Gali como candidato. Si se acabó ese escenario, entonces qué razón tiene que Moreno Valle arriesgue a lo que puede ser la única opción de reagrupar al morenovallismo, de cara al 2018, en caso de una derrota.
Tony Gali tiene una opción: romper con Moreno Valle y plantear una nueva forma de conducción política, sin autoritarismo, de tierra, no de aire, de apertura, tolerancia y sancionar algunos excesos que se han cometido, como las fotomultas, concesión del agua potable, el monopolio de la verificación, las juntas auxiliares.
Pero no está en su ADN cometer un parricidio político. Su trayectoria como alcalde define sus límites.
Moreno Valle sí puede dar ese golpe de timón. El mandatario tan daba por descontado el tema de la alianza, que negociaba ya los tonos de la campaña.
Antes de concluir el año, instruyó a Eukid Castañón para reunirse con Edgar Chumacero y Óscar Gómez, representantes de los intereses de la virtual candidata del PRI a la mini, Blanca Alcalá Ruiz.
El encuentro fue en uno de los pisos de las torres JV, donde se intercambiaron ideas, sonrisas, buenos deseos e información.
El góber lo ha dicho en privado: bajo ningún motivo quiero ser el tema central de la campaña.
El morenovallismo estaba tan seguro que el PRI saldría más que dividido de este proceso que nunca esperó el palo de la izquierda para tirar la alianza con el PAN.
El Panal tampoco va. Los maestros que hoy reciben el pago federal están bajo control, el PT que tenía acuerdos económicos ya prometió a Manlio Fabio Beltrones que si no se suma a la coalición del tricolor, irá solo.
Movimiento Ciudadano, con creciente influencia de Enrique Alfaro, alcalde de Guadalajara, lo que menos quiere es asociarse con Moreno Valle.
Compromiso por Puebla, que vale madre porque son burócratas a sueldo del gobierno, no viste. El Pacto Social de Integración sigue sin decir sí, pues depende del acuerdo del priista Javier López Zavala.
Los independientes darán guerra con Anatere Aranda y Ricardo Villa Escalera, en tanto los radicales del PRD van por Roxana Luna.
El gobierno federal juega sus dos pistas. La institucional de alfombra roja para el góber y la partidista, donde Beltrones tiene la instrucción de ganar Puebla.
Los presidenciables Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong, así como Rosario Robles blindan la candidatura de Alcalá.
En los análisis de inteligencia se habla del abandono de la masonería hacia Moreno Valle. Los factores de poder económico y político no jugarían con él en un escenario de derrota, sin nada que ofrecer.
Al gobernador nada más le queda el PAN, pero como partido está dividido. Creyó que lealtad es sinónimo de miedo. Muchos empiezan a hablar de más.
Tiene sus seguidores, pero muy radicalizados, incapaces de abrirse ante la posibilidad real de perder Casa Puebla.
Tony Gali no ha perdido nada. Era el candidato para la alianza que ya no existe. Qué caso tiene sostenerlo como la carta panista si ni siquiera es militante. En el nuevo entorno, su posición, de seguir en el ayuntamiento, será la sobrevivencia para la defensa del hoy grupo gobernante.
Quemar políticamente a Tony en el 2016 con un entorno infernal, dejaría al grupo huérfano, porque en quién se aglutinarían en espera del 2018. El PAN será otro frente de enconos.
La decisión está en manos del gobernador.
Moreno Valle se lo dijo ya a todos: sin alianza no ganamos y no me echen la culpa. Si mantiene a Gali, entonces le endosarán absolutamente todo lo que pase en junio del 2016.
A veces es mejor dar un paso atrás para agarrar vuelo. Morirse con Gali es un salto al vacío; además qué culpa tiene Tony de que no le salió la estrategia al góber.
Ahí está Pablo Rodríguez, panista con experiencia en el campo electoral. Capaz de arrojarse desde el Teleférico para seguir en el ánimo del 01.
Porque si lo vemos fríamente, a Moreno Valle le iría mejor con Alcalá, reveló una voz cercana a Los Pinos.
Puede terminar como Pepe Calzada en Querétaro.
O perseguido como Guillermo Padrés.
O lo que es peor: como Moreira en un país que no es suyo, sin poder salir.
Todo cambió para mal.