La misma ventana y ella con el mismo reflejo de cada noche.
Por nada me perdía esa escena candente y cachonda para mí. Y también para ella, lo sé.
Mi desesperación comienza cinco minutos antes de la hora pactada.
Entonces veo mi reloj cada minuto y conforme se acerca el tiempo, mi corazón me delata con su fuerte latido. Mis manos sudan. Mi desesperación se hace evidente.
Tengo que inventar cada noche un pretexto para escaparme y correr hacia la ventana.
Y ya ahí, comienza mi viaje y su deseo sublime.
Entonces se apagaba la luz de su cuarto. El ritual da inicio.
Abre las ventanas y deja pasar los rayos perfectos de luna celosa y embriagada en sexo.
Camina hacia la ventana con sus tacones de cada noche. Su diminuta falda y su blusita pegada al cuerpo sudoroso y excitado. Sus pezones calientes y parados, totalmente visibles para mí. Y yo ahí, parado irremediablemente con la mano en la bragueta. Y con ese dolor de testículos sobrecalentados.
Dirige sus pasos al sillón también de cada noche. Y antes de sentarse, se inclina dejando su hermoso y sabroso culo al aire. Apenas perceptible el hilo dental, como le llaman.
Abre sus piernas y me coquetea mojándose los dedos para meterlos en su clítoris y sobarlo en mis narices.
De sobra sabe que eso me calienta. Sabe que eso me pone loco.
Verla ahí en esa posición hace que me den ganas de salir corriendo de mi casa y tirar la puerta donde ella vive. Y cogérmela.
Todo lo que ella hace me encanta y de inmediato me la pone dura. Goza que se la muestre tan dura y babeante. Disfruta verme tan caliente, pero solo de lejos. Solo por su ventana hace todo eso para mí.
Se acomoda en su sillón y da inicio al ritual erótico que me pone cachondo y deseoso de tenerla.
Desabrocha el botón de su pequeña blusa pegada. Deja fuera sus enormes senos que talla uno con el otro, para mí y para ella. Lame sus pezones parados. Mordiscos en cada uno. Para ponerlos más erectos.
Saca su lengua y da lamidas a sus senos. La muy provocadora. Disfruta con maldad cada segundo verme ahí parado con la mano en la polla. Esta enorme polla que desprecia.
Las piernas abiertas en compas, me dejan ver algo de su sexo. Y todo mi mundo se desvanece cuando se quita la tanga y se la pone entre los dientes. Entonces sube las piernas en ese sillón que respira su aroma. Y me muestra el pubis rasurado. Y con sus dedos juguetones comienza el ritual al masturbarse.
Y yo, ahí parado con ese dolor de cada noche. Dejando mi vaho en los vidrios cómplices.
Con orgasmos en secreto que se hacían mayores en el tiempo. Ella lanza gritos de placer y yo, lanzo mi leche a la ventana como tratando de alcanzarla. Nos venimos juntos.
Después de sofocado el sexo, roba mi abandono. Cierra su cortina y su corazón despiadado. Así como si nada, se va. Así como si nada me deja caliente.
Cada noche… espero que esa luz se apague. Y que siga jugando con mis ansias locas de tenerla dentro.