Si bien el gobernador del estado todavía deshoja la margarita en torno a cómo y en dónde hará cambios importantes en su equipo de trabajo a tres años de administración, hay ya algunos movimientos que parecen ser un hecho.
La lógica de los enriques no responde únicamente a la necesidad de redefinir acciones, estrategias y actitudes para enfrentar de mejor manera los retos que se le presentarán en la segunda mitad de su sexenio.
Aquí, créame, pesan mucho los criterios políticos.
Empecemos por la política del pasado.
Todo parece indicar que al actual líder del PRI estatal, Valentín Meneses, le pagarán muy pronto la factura del buen desempeño tricolor en las recientes elecciones locales y por fin le cumplirán su sueño dorado de estar al frente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Y es que, para Meneses, el ser la cabeza de esta dependencia se ha convertido, más que en una legítima aspiración en su carrera política, en una auténtica obsesión.
Para nadie es un secreto el monumental berrinche que protagonizó al inicio del actual sexenio cuando su amigo íntimo, su compadre, su compañero de toda la vida le anunciaba de forma por demás contundente que no sería el titular de la tan añorada Secretaría y que, si quería ser parte del nuevo gobierno, tendría que hacerlo como director de Comunicación Social.
Hoy, tres años, una exoneración de la corte y un proceso electoral exitoso después, el escenario a cambiado de manera radical.
El segundo movimiento importante que podría darse después del 15 de este mes podría marcar el regreso de Javier López Zavala al gabinete que por más de dos años encabezó.
Después de haberse frustrado la burda maniobra con la cual pretendía colarse como líder de la próxima bancada priista en el congreso local, el ex secretario de gobernación está ávido de reflectores y de una posición que le permita mantenerse políticamente vigente y así buscar la candidatura al gobierno estatal.
La Secretaría de Desarrollo Social estatal podría ser la cartera a la que aspira el chiapaneco.
Nada mejor para lucrar políticamente con los programas de atención a comunidades marginadas y de paso gozar de una cobertura mediática permanente y gratuita para posicionar su imagen personal.
Esto colocaría a Alejandro Armenta Mier como inminente próximo presidente del Comité Directivo Estatal del PRI y consecuentemente como el encargado de definir y operar la estrategia electoral del tricolor para la elección federal del 2009 y la local del 2010.
Ahora bien ¿por qué no Zavala al PRI?
Si ya se ostenta como Coordinador Estatal del voto de ese partido y después de los buenos resultados que se dieron el 11 de noviembre pasado, la lógica indicaría que el movimiento natural sería llevarlo a la dirigencia estatal y de ahí a la candidatura al gobierno del estado.
En este contexto y después de la lógica que se siguió para la elección del coordinador de la próxima bancada del PRI en el congreso, todo parece indicar que se quiere evitar a toda costa el enviar señales en torno al proceso de sucesión.
Es decir, se busca vender que ni Zavala, ni Montero, ni ninguno de los que se autodenominan como “aspirantes” a la candidatura serán beneficiados con las decisiones que se tomen desde Casa Puebla.
Por eso ni García Olmedo ni Aguilar Viveros.
Por eso, después del informe, Zavala y Montero serán parte del gabinete estatal y estarán en igualdad de condiciones para “competir”.
Por eso, la simulación aquella de la entrega de la Cédula Real por parte del cabildo capitalino al gobernador Marín.
Y es que, en esta lógica, en la de la sucesión, entra también Enrique Doger.
Al grado que se maneja ya que por fin hubo pacto.
Y que no habrá venganzas con aquel espinoso tema de las cuentas públicas.
Y que inclusive, el patético Jorge Ruiz Romero pudiera presidir la Comisión Inspectora del próximo congreso y desde ahí, cuidarle las espaldas a su “jefe”.
¿Se imagina?
¿Después de todo?
¿A tal grado de cinismo ha llegado ya la política poblana?
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