26-11-2025 07:01:15 AM

Arrancones: un cáncer viejo

Por Valentín Varillas 
 
Llevan así más de una década y nadie los para.

Son auténticamente intocables.

Por lo menos cuatro veces por semana, a altas horas de la noche, la vía Atlixcáyotl sufre una drástica transformación a pista particular para correr autos y motocicletas.

En este lugar circulan a toda velocidad los últimos y más lujosos modelos, en carreras “parejeras” que empiezan desde 300 mts. antes de la caseta de cobro y que terminan pasando el Centro Comercial Angelópolis.

No existen masivas concentraciones de espectadores, ni cierre de calles, mucho menos consumo de bebidas alcohólicas o peleas entre los participantes.

Lo que sí se maneja y a raudales, son grandes cantidades de dinero con las que se cruzan apuestas.

El nivel de organización es alto al igual que el cuidado de los detalles.

Un negocio profesional y muy lucrativo que opera a la vista de todos, absolutamente todos.

Lo curioso del caso es que, sexenio tras sexenio, de las autoridades ni sus luces.

A pesar de que en el discurso público se ha vendido por años la realización de “fuertes operativos” realizados por distintas corporaciones para detectar potenciales conductas delictivas en las principales vías de acceso a la ciudad capital y municipios conurbados, no han querido darse cuenta de lo anterior.

Hasta ahora, que hay dos jóvenes muertos.

Los vehículos que participan en estas carreras clandestinas tendrían que ser detectados por las famosas cámaras y radares que son parte del tristemente célebre programa de la Foto-Infracción.

Estas funcionan las 24 horas.

A partir de la información que obtienen, si hubiera voluntad, seguramente arrojarían elementos suficientes para que la norma que regula la circulación en este lugar se cumpliera.

No ha sido así.

¿Quién, o quiénes están detrás de la organización?

Con la seguridad y tranquilidad con la que realizan estos eventos, pareciera que confían en que nunca tendrán que sufrir las consecuencias de infringir la ley.

Es como si estuvieran protegidos por algún poderoso personaje o como si alguno de estos influyentes participara directamente en el negocio.

Sólo así se entendería el arrojo y la valentía para desafiar a las autoridades.

Y es que, la vara con la que se mide al ciudadano común es distinta.

Como simples mortales, usted y yo tenemos que circular por la Atlixcáyotl cumpliendo escrupulosamente con la ley y respetando, siempre, el límite de velocidad establecido.

De no hacerlo, la inminente foto-multa y su respectivo pago es obligatorio.

Nada ni nadie nos salva.

Además, tenemos que padecer en esta y otras vialidades la insaciable hambre de “mordida” de distintas corporaciones, quienes con cualquier pretexto detienen conductores a placer con el objetivo de extorsionarlos.

Pero eso sí, históricamente han sido incapaces de implementar un operativo permanente en la zona, para combatir de frente y sin pretextos a quienes operan los arrancones.

Este delito deja huellas sonoras en el momento mismo en el que se está llevando a cabo.

Pocos dejan pruebas tan contundentes de semejante flagrancia.

Por lo mismo, será muy fácil evaluar si este gobierno va en serio en contra de las carreras clandestinas y los arrancones o si, como todos los demás, sucumbirá ante el seductor canto de las sirenas de la corrupción.

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