Profesor–investigador en el Departamento de Ciencias de la Comunicación de la UPAEP Puebla
Se cumplieron 94 años de la inicua ocupación de Veracruz por fuerzas navales estadounidenses en abril de 1914. Este acto de guerra del gobierno de Woodrow Wilson fue justificado como “una ayuda a la democracia mexicana”, pues evitaría que Victoriano Huerta recibiera un cargamento de armas y municiones que venían de Alemania en el vapor “Ypiranga”. El barco en efecto no entró a la dársena, pero navegó a Puerto México, hoy Coatzacoalcos, y allá dejó su mercancía. En Veracruz muchos mexicanos perdieron la vida ante un ejército experimentado y bien pertrechado al mando de sargentos que ansiaban tomar el país de una buena vez por toda. Los cadetes de la H. Escuela Naval dieron un inmortal ejemplo de patriotismo
La invasión en realidad tuvo que ver con los veneros de petróleo que el diablo nos escrituró. El pretexto, digamos “oficial”, fue un curioso incidente que tuvo lugar en Tampico el 9 de abril, unos días antes del desembarco. Por la Revolución, Washington mantenía naves de guerra patrullando las aguas de la costa mexicana para, oficialmente, proteger a sus trabajadores en la Faja de Oro -y extraoficialmente, uno puede suponer, cuidar el oro negro que sus empresas chupeteaban de los mantos mexicanos.
El 5 de abril fuerzas revolucionarias atacaron a la guarnición federal estacionada en Tampico y la flota arribó para labores de evacuación (quizás al grito de “¡directores, gerentes y supervisores primero!”). El día 9, un esquife del USS Dolphin invadió un sector restringido del puerto -en procura de provisiones, según la versión oficial- y el piquete de marinos fue detenido e interrogado durante media hora, al cabo de la cual fue puesto en libertad con la advertencia de mantenerse fuera de la zona.
Ese ruin incidente fue inflado a proporciones internacionales. El almirante al mando de la flota exigió que se castigara al oficial mexicano que había detenido a los marineros y que el gobierno de México “desagraviara” a la bandera estadounidense. En Washington, en una sesión conjunta del Congreso convocada el 20 de abril para responder a “la ofensa”, se pidió una declaración de guerra contra México, que finalmente quedó en el envío de una fuerza expedicionaria. La flota del Atlántico fue dirigida a Veracruz. El ataque comenzó el 21 y en menos de 24 horas tres mil marines habían ocupado la ciudad. El saldo fue de 19 invasores muertos y 71 heridos; los defensores perdieron 126 vidas y tuvieron 195 heridos.
¿Todo por la detención -legal, además de respetuosa, como se ha documentado- durante media hora, de una decena de marinos? ¿Perdieron la razón los padres de la patria jeffersoniana? ¿Enloqueció el doctor en ciencias políticas, ex profesor y ex rector de la Universidad de Princeton, Woodrow Wilson, Presidente de los Estados Unidos? No, desde luego. Aquello había sido una fabricación. La razón verdadera pasa por la relectura del apotegma de Dumas (padre): “Cherchez le pétrole!”
Aunque también el encono del país vecino tuvo que ver con la patología de aquellos años en la sociedad norteamericana, una supuración de odio e intolerancia hacia “los otros”. Aquel martes 20 de abril de 1914, al mismo tiempo que en el Capitolio en Washington diputados y senadores vociferaban contra México, en el pequeño poblado de Ludlow, Colorado, la policía local y los guardias privados contratados por la Colorado Fuel and Iron Company –una hermanastra de las petroleras- tomaban a sangre y fuego un campamento de mineros sindicalistas y sus familias, que en esos momentos celebraban la Pascua Griega. Veinte muertos fue el saldo de la triste “masacre de Ludlow”, entre ellos una docena de mujeres y niños, baleados e incinerados por los valerosos gendarmes que rociaron querosén e incendiaron las zanjas en las que buscaron refugio. Una agencia de guardias privados llevó un vehículo blindado, el “Especial de la Muerte” con el que estuvo rociando metralla bajo la dirección del teniente Karl E. Lindenfelter. Ni uno de los agresores fue llevado ante la justicia, pero decenas de mineros fueron arrestados y puestos en las listas negras de la industria.
Si esta era la consigna para solucionar los problemas con sus propios ciudadanos, si en la mente de los gobernantes estaba grabada la verdad eterna de que los intereses de la industria están por encima de los derechos y de las vidas… ¿queda duda de hasta dónde habrían llegado en México?
Otro dato para comprender el estado de ánimo de aquella sociedad norteamericana (y cualquier semejanza con la actual es una celestial coincidencia) es una confesión del soldado norteamericano más condecorado de todos los tiempos, Smedley D. Butler, general brigadier de la infantería de marina, veterano de la toma de Veracruz, en su libro War is a Racket (“La guerra es una conspiración criminal”): “Pasé 33 años y cuatro meses en servicio militar activo y durante ese periodo la mayor parte del tiempo fui un golpeador de lujo al servicio de los Grandes Negocios, de Wall Street y de los banqueros. En pocas palabras, fui un mafioso, un gángster del capitalismo. Ayudé a que México, y en especial Tampico, fuera un lugar seguro para los intereses petroleros norteamericanos en 1914 […]. El problema con Estados Unidos es que cuando el dólar tiene ganancias locales de sólo el 6 por ciento, se torna inquieto y viaja a donde pueda ganar el 100 por ciento. Entonces la bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera.”
Lo dijo Santayana y aquí se ha repetido hasta el cansancio: “Desconocer la historia es condenarse a repetir los mismos errores”.
Molcajeteando…
De vez en vez nos llegan noticias a las que el adjetivo “inefable” va como anillo al dedo. Vean ustedes este relato de la madre patria que no tiene desperdicio.
“Sevilla (Colpisa).- Un vecino de la localidad gaditana de San Roque solicita una indemnización por la muerte de una vaca, cuando huía del acoso sexual de un burro propiedad de la Corporación municipal. El propietario de la vaca alega que el asno entró en su terreno persiguiendo a su animal con intenciones deshonestas, y ésta al tratar de escapar del acoso cayó por un terraplén como consecuencia de lo cual murió.
“La demanda del vecino señala que el burro entró en su terreno acosando sexualmente a la vaca, mientras que el Ayuntamiento considera que la vaca provocó al asno. José Lara, concejal del Ayuntamiento de San Roque, explica su versión de los hechos: “Se trata de un burro joven, con mucha fuerza y claro, al salir la vaca completamente desnuda, con las tetas al aire, pues igual el animal se salió de madre y embistió”. Serán los servicios jurídicos del Ayuntamiento los que tendrán que decidir si hubo realmente acoso sexual por parte del burro.”
¡Bendito Dios!
sanchezdearmas@gmail.com