03-07-2025 10:39:18 PM

Mi alma, por un cargo público

Por Valentín Varillas

 

Hace apenas unas semanas, llegó a trabajar a Petróleos Mexicanos la priista Karina Romero Alcalá.

Sí, a Pemex, el que hoy controla y maneja la 4T.

Su pase de entrada fue, otra priista, Gabriela García Maldonado, quien en su momento encabezó la Secretaría de Administración Municipal en el gobierno de Blanca Alcalá y hoy funge como coordinadora operativa en Pemex Logística.

Otro ejemplo más del demoledor pragmatismo que hoy es el amo y señor en la política y el servicio públicos.

Nada nuevo.

Casos sobran: hay cientos de ellos en donde queda claro que la congruencia ideológica y los principios que alguna vez se defendieron, terminan siendo la moneda de cambio perfecta para negociar posiciones en la dorada burocracia.

Lo que llama la atención en el caso de Romero Alcalá, es la velocidad de este viraje.

Y es que, apenas hace un año, la veíamos haciendo campaña cobijada por la alianza opositora  y por lo mismo, criticando y fustigando el modelo de gobierno implementado por Morena.

El tema de Pemex no era de su incumbencia, pero si le hubieran preguntado, seguramente hubiera criticado con todo la pésima conducción de la que ha sido víctima la paraestatal, desde el 2018 y hasta la fecha.

Es más, como candidata, acusó al oficialismo de “hostigarla” por su condición de mujer, llegando a presentar una denuncia por violencia política de género ante las autoridades electorales.

Hoy, quién lo dijera, trabaja para un gobierno que perfila operadores y candidatos que, según sus propios dichos y acciones, atacan sistemáticamente a las mujeres.

Increíble comportamiento en alguien que, en la pasada administración municipal de la capital, encabezó la Secretaría de Igualdad Sustantiva.

Nada más.

¿Qué opinará Romero Alcalá de la 4T, ahora que se ha convertido en burócrata de uno de sus gobiernos?

¿Bajo qué esquema habrá que analizar ahora todos sus discursos de campaña?

¿Qué pensarán sus electores?

Aquellos poquísimos poblanos que votaron por ella y a los cuales engañó, arrojándose  sin pudor alguno a los brazos de sus adversarios.  

La libertad laboral, en México, es un derecho constitucional. 

Cada quien puede contratarse en donde y con quién le dé la gana.

Sin embargo, cayendo nuevamente en el más estéril idealismo, habría que exigirle a quienes se dedican a la vida pública un mínimo de congruencia entre el decir y el hacer.

¿O ya de plano no vale la pena desgastarse?

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