Por Alejandro Mondragón
La familia Posada Cueto siempre se presentó en los litigios de tierras para la construcción y crecimiento de Lomas de Angelópolis como ejidataria.
Y con ayuda del poder en turno cometieron todo tipo de despojos. Los campesinos en el mejor de los casos recibieron cacahuates por tierras que después se vendían en miles de dólares; y en muchos otros casos perdieron su patrimonio, sin recibir un centavo a manos de los que se ostentaban como “grandes empresarios inmobiliarios”
Los Posada Coeto tenían un modus operandi, como la mafia:
Primero detectaban al propietario del terreno, después se acercaban con la promesa de comprarle, ese momento era clave en la estafa, porque el vendedor tenía que mostrarles con qué papeles contaba, en caso de que el propietario no contara con documentos que acreditaran legalmente su propiedad o tratándose de documentos insuficientes, o en caso de personas que no tenía apoyo familiar, los Posada bardeaban el predio, de tal forma que el dueño del lote ya no tenía acceso a su propia tierra.
Cuando se encontraban en esa posición de fuerza los “empresarios” podían ofrecer una bicoca o la amenaza de que, por su amistad con el gobernador en turno, el predio les sería expropiado.
En otras ocasiones, ya teniendo la posesión del terreno. falsificaban los documentos para aparecer ellos como propietarios.
Luego entraban en escena los notarios públicos, convalidando escrituras falsificadas o títulos del Registro Agrario Nacional, en el que aparecían como ejidatarios los Posada, de predios que jamás fueron ejidos.
Todo esto contaba con la colaboración de Registradores Públicos, Notarios, Jueces y lo que hiciera falta.
Un esquema repetido cientos de veces bajo la mirada cómplice de gobernadores, presidentes municipales, comisariados ejidales, presidentes del tribunal superior de justicia, directores del registro público de la propiedad, colegios de notarios y procuradores de justicia.
Con un costo de la tierra cercano a cero, en realidad los gastos fuertes eran los de urbanizar los terrenos, sobraba dinero para corromper autoridades.
Al final, ni así pudieron mantener con vida a la gallina de los huevos de oro, que ahora forma parte de los activos de Grupo México, de Germán Larrea.
